martes, 10 de agosto de 2010

Lo científico en la filosofía y lo filosófico en lo científico - fragmentos de Gadamer

LA RAZÓN EN LA ÉPOCA DE LA CIENCIA, Hans-Georg Gadamer, E. Garzón Valdés (trad.), Alfa Argentina, Barcelona 1981 [Vernunft im Zeitalter der Wiisenschaft (1976)].


[/] ACERCA DE LO FILOSÓFICO EN LAS CIENCIAS Y LO CIENTÍFICO EN LA FILOSOFÍA (7-24) [Über das Philosophische in den Wissenschaften und die Wissenschaftlinchkeit der Philosophie, conferencia inédita pronunciada en el congreso de Hegel realizado en mayo de 1975 (Stuttgart)]

(8) Se dice que el mero ahondar de las ciencias en todas direcciones, que permite la realización de sus ideas metódicas, deja insatisfecha una necesidad última de la razón, es decir, la de mantener la unidad sistemática de nuestro saber sigue siendo el ámbito legítimo de la filosofía. La metafísica y la religión parecen heber ofrecido mejores puntos de apoyo para las tareas de ordenación (9) de la sociedad humana que el poder acumulado en la ciencia moderna. Pero las respuestas que pretendían dar son, para la humanidad actual, respuestas a preguntas que, en realidad, uno no puede plantear y que, además, no es necesario plantear.

La importancia que se le da acutalmente al lenguaje se debe al haber vuelto a tener en cuanta al mundo de la vida práctica. Con la tematización del lenguaje, vinculado indisolublemente con el mundo vital humano, parece que se ofrece un nuevo fundamento a la vieja pregunta de la metafísica acerca del todo. (10) EL lenguaje se presenta como orientación hacia el todo cada vez que realmente se habla, es decir, cada vez que el interés recíproco de dos hablantes envuelve el asunto. Pues cada vez que se lleva a cabo una comunicación no sólo se usa sino que se plasma el lenguaje. Por ello, la filosofía puede dejarse conducir con el lenguaje cuando en su preguntar acerca del todo, más allá de los ámbitos de objetos científicamente objetivables, pretende proporcionar una guía.

(11) Se impone temáticamente tematizar la relación entre filosofía y cienca en toda su amplitud, es decir, tanto desde sus comienzos griegos com teniendo también en cuanta sus consecuencias ulteriores, tal com se presentan en la ciencia moderna. PUes la epoca moderna -no obstante las discutidas derivaciones y fechas- se define inequívocamente por el hecho de que en ella aparece un nuevo concepto de ciencia y de método que fuera primeramente desarrollado por Galileo en un ámbito parcial y que obtuviera su primera fundamentación filosófica en Descartes. Desde entonces, es decir, desde el siglo XVIII, lo que en la actualidad llamamos filosofía se encuentra en una situación diferente. Frente a las ciencias se ve necesitada de legitimación, cosa que antes nunca sucediera; durante dos siglos hasta la muerte de Hegel y Schelling, fue elaborándose a sí (12) misma en un proceso de autodefensa frente a las ciencias. Las construcciones sistemáticas de los últimos dos siglos constituyen una densa serie de esfuerzos tendientes a reconciliar la herencia de la metafísica con el espíritu de la ciencia moderna. Más tarde, con la aparición de al época positiva, tal com suele llamársela desde Comte, la cientificidad de la filosofía fue sólo una preocupación académica con la que procuraba uno salvarse en tierra firme, de las tormentas de las concepciones del mundo enfrentadas entre sí, para caer, finalmente, en el marasmo del historicismo o en la playa de la superficialidad de la teoría del conocimiento o para moverse de un lado para otro en el lago cerrado de la lógica.

(13) El ámbito de las cosas humanas parece caer totalmente dentro del reino de lo casual. El escepticismo histórico tiene (14) mejores apoyos en la experiencia que la creencia en la necesidad histórica y en el papel de la razón en la historia. Aquí los requerimientos de la razón quedarían totalmente insatisfechos si uno tuviera que invocar únicamente las regularidades a lo largo de la historia que, al igual que las leyes naturales, por su propio sentido ontológico, tan sólo formularían lo que en realidad sucede. El requerimiento de la razón se refiere a otra cosa; la filosofía de la historia universal de Hegel es una buena ilustración al respecto. La idea a priori que reside en la esencia del hombre y que él conoce en la historia, es la idea de la libertad. El famoso esquema de Hegel con respecto al Oriente, la Antigüedad y el mundo cristiano reza: en el oreinte sólo una persona; en la antigüedad lo son algunas personas y en el mundo cristiano lo son todos. Tal es la concepción racional de la historia universal. La casualidad no es una instancia en contra, sino precisamente una cofirmación del sentido de necesidad que corresponde al concepto. Porque no es concebible ningún principio superior al de la libertad de todos: como la lucha siempre renovada y n unca conluida de la libertad.

(15) Hegel quiere decir obviamente que la exigencia de unidad de la razón es legítima bajo cualquier condición y que sólo puede ser satisfecha por la filosofía, mientras que la ciencia cuendo pretende imponerse absolutamente, y sólo entonces, entra en una contradicción insuperable con la filosofía. Este es el caso de nuestro ejemplo de la libertad de todos. Quien no ve que precisamente es historia el que la libertad de todos se haya convertido en un principio indispensable y que siempre su realización requiera nuevos esfuerzos, no ha comprendido la relación dialéctica entre necesidad y casualidad y, con ello, la pretensión de la filosofía de conocer la racionalidad concreta.

Una enseñanza que debe ser tenida en cuanta suficientemente es que la filosofía no puede ser apreciada en el trabajo de la investigación científica sino que más bien se manifiesta en el (16) hecho de que las ciencias mismas deben mantenerse alejadas de toda complementación filosófica y de toda dogmatización especulativa, manteniéndose así a salvo de toda intervención perturbadora por parte de la filosofía.

La comprensión de nuestro mundo vital que se ha ido condensando en nuestro lenguaje no puede ser sustituida con las posibilidades de conocimientos de la ciencia. La ciencia puede quizás ofrecernos la posibilidad de crear la vida en una retorta o de prolongar ad libitum la vida del hombre. Pero esto no significa en nada las fuertes discontinuidades entre lo material y viviente o entre la vida realmente vivida y el irse marchitando hasta la muerte. La articulación, a través del lenguaje y de la cooperación comunicativa del mundo en que vivimos, no es uma mera dimensión de lo convencional o de la condesación de una conciencia quizás falsa; refleja lo que es y está segura de su legitimadad en lo general precisamente porque en lo particular puede aceptar la persuasión, la contradicción y la crítica.

(17) ¿Nos vamos hacia un futuro en el que la adecuación sin lenguaje, sin palabras, vuelve superflua la afirmación de la razón? Y así como la ciencia se impone autónomamente de una nueva manera al no transmitir su intervención en la vida mediante el uso común de un lenguaje de comprensión general, así también aparece, en una segunda dimensión, una dificultad similar.

(18) La posición central de la autoconciencia fue, en el fondo, reforzada por el Idealismo alemán y por su pretensión de construir toda verdad a partir de la autoconciencia al convertir a la caracterización de Descartes de la sustancia pensante y su preminecia de certeza, en principio supremo. Pero precisamente fue aquí dondel el siglo XIX sacudió sus cimientos. La crítica de las ilusiones de la autoconciencia, inspirada por las anticipaciones de Schopenhauer y Nietzsche y que penetran en la ciencia y confirieran su influenza al psicoanálisis, no es algo aislado y el intento de Hegel de ir más allá del concepto idealista de la autoconciencia y de hacer surgir al mundo del espíritu objetivo como una dimensión superior de la verdad a partir de la dialéctica de la autoconciencia, significó una exigencia en la misma dirección que recorrieron Marx y la ideología del Marxismo.

(19) Presumiblemente hay que ver el progreso de la civilización industrial que debemos a la ciencia precisamente desde el punto de vista de que el poder mismo que es ejercido por los hombres sobre la naturaleza y los demás hombres ha perdido así su evidencia y de esta manera es mayor la seducción de su abuso. Pero piénsese también en el automatismo creciente de todas las formas sociales de vida, en el papel, por ejemplo, de la planificación a cuya esencial pertenece el tomar decisiones a largo plazo, es decir el determinar la libertad de decisión, o en el creciente poder de la administración que ha dado a los burócratas un poder que nadie deseaba otorgarles pero que se ha vuelto inevitable. Cada vez son más los ámbitos de nuestra vida que caen bajo las formas coactivas de procesos automáticos y cada vez menos el hombre mismo y su espíritu ser reconocen en estas objetivaciones del espíritu. También bajo este aspecto me parece que Hegel tiene renovada actualidad: no sólo es quien completa la idea de la subjetividad que subyace a la epoca moderna, quien amplía la estructura de la subjetividad más allá de las formas del espíritu objetivo y del espíritu absoluto, sino que también da vigencia a un nuevo sentido de racionalidad que tiene un antiquísimo origen griego. El concepto de la razón y de la racionalidad no es sólo una determinación de la conciencia. (20) A la autoconciencia suprema tiene que corresponder el ente divino supremo. Y sin embargo, en la autoconciencia del dios que se piensa a sí misma culmina, según el pensamiento griego, toda la construcción del ser de manera tal que dentro de ella la autoconciencia humana juega un papel sumamente modesto.

Según Hegel de la bifurcación de la autoconciencia y de la realidad del mundo debería surgir la forma suprema de la verdad a través de la reconciliació y negación de las oposiciones, al liberarse a lo subjetivo de la rigidez de su contraposicióna lo objetivo. Este era el pathos escatológico de su filosofía: lo que nos rodea es naturalmente lo opuesto, la mala infinitud de un determinar, de un apoderarse, de un apropiarse, que avanza infinitamente y como tal es practicado. (21) La racionalidad griega, que Hegel trata de vincular con la autoconciencia moderna en una nueva unidad, se excluye a sí misma de una manera diferente si es que no ha de ser vista como una mera prefiguración de lo moderno. Ya no es más el enigmático autoolvido que se pierde a sí mismo en un dios supremos del mundo; frente a la mala infinitud a la que somos empujados, se nos presenta como la imagen de un posible futuro que nos es propio y de una posible vida y supervivencia. De manera enigmática, la necesidad de la razón de obtener la unidad en el curso de la investigación se ve siempre frustrada y de manera sorprendente ha aprendido a acomodarse a una pluralidad de particularidades, cada una de las cuales tiene por sí misma la estructuración particular de los sistemas. El hecho de que en lugar de la construcción de sistemas aparezca la teoría del sistema me parece que tiene un gran alcance simbólico.

(22) La racionalidad del ser, esta gran hipótesis de la filosofía griega, no es primariamente una nota distintiva de la autoconciencia humana sino del ser mismo, de manera tal que es el todo y así aparece como el todo el que la razón humana tenga que ser pensada más bien como una parte de esta racionalidad y no como la autoconciencia que se sabe frente a todo.

Llegamos al final de nuestra reflexión. La relacióne ntre ciencia y filosofía demuestra ser, en el lugar al quenos llevara Hegel y, con él, Schelling, una relación dialéctica. La relación entre la filosofía y la ciencia no puede ser descrita adecuadamente a partir de una filosofía que es tomada de las ciencias, que puede conservar su sentido limitado, y tampoco por el traspaso especulativo de la frontera hacia el lado de una determinación dogmática de la investigación que se encuentra en el permanente fluir. (23) Ni el principio de la autoconciencia ni ningún otro principio de unificación última y de autofundamentación nos confieren la expectativa de poder construir el sistema de la filosofía. Sin embargo, sigue siendo ineliminable la necesidad de unidad de la razón.

El modelo de la ciencia que caracteriza a nuestro tiempo debería protegernos también de la tentación de llevar a cabo en construcciones apresuradas la satisfacción de la necesidad de unidad de la razón. Así como nuestra experiencia total del mundo representa un proceso sin fin de derribamiento -y, usando las palabras de Hegel, en un mundo que siempre se nos presenta como extraño porque es un mundo al que nosotros mismo modificamos- así también la necesidad de justificación filosófica es un proceso que no tiene fin.

Semiótica y sociología del derecho: reflexiones sobre la codificación semiótica del principio de igualdad

De Ignacio Aymerich, en Diálogos jurícos España-México, Germán Orón Moratal (ed.) en google books. Faltan dos apartados: la cuestión de la doble codificación semiótica y los derechos fundamentales y su representación (apartado II y III).

Introducción al derecho comparado

De Ignacio Aymerich, accesible en azul el índice: google books.

Identidad jurídica y personalidad jurídica de Ignacio Aymerich

En Anuario Filosófico.

En el mismo barco de Peter Sloterdijk

Traducido por Manuel Fontán del Junco: descargar.

Max Weber - Desarrollo de la ideología capitalista

Historia Económica General

Es un error muy extendido el de pensar que entre las condiciones decisivas para el desarrollo del capitalismo occidental figura el incremento de la población. Frente a esta tesis ha sostenido Marx que cada época económica tiene sus propias leyes demográficas, principio que si bien resulta inexacto, expresado de un modo tan general, no deja de tener su justificación en este caso. El desarrollo de la población occidental ha registrado sus más rápidos progresos desde principios del siglo XVIII hasta fines del siglo XIX. En la misma época, China registró un aumento de población, por lo menos, de igual intensidad, desde 60-70 a 400 millones (aun cuando haya que contar con las inevitables exageraciones), incremento que aproximadamente corresponde al de Occidente. A pesar de ello, el desarrollo del capitalismo en China no fue sino de tipo regresivo. En efecto, el aumento de población se operó en este país en el seno de otras clases sociales distintas de las de nuestro medio. Dicho aumento convirtió a China en un país donde pululaban los pequeños agricultores; en cambio, el incremento de una clase que corresponda a nuestro proletariado sólo puede encontrarse en la utilización de los coolies por el mercado exterior: kuli 55 es, en su origen, una expresión india, y significa el vecino o compañero de linaje. El incremento de población en Europa colaboró en términos generales al desarrollo del capitalismo, ya que con un número menor de habitantes este no hubiera encontrado la mano de obra que necesitaba; pero el aumento, como tal, no provocó las concentraciones obreras. Tampoco puede admitirse la tesis de Sombart 56 según la cual la afluencia de metales preciosos puede considerarse como único motivo originario del capitalismo. Es evidente que, en determinadas situaciones, el incremento de la aportación de metales preciosos puede dar lugar a que sobrevengan determinadas revoluciones de precios (como desde 1530 se registraron en Europa) y en cuanto cooperan con ello otras circunstancias favorables -por ejemplo una determinada forma de organización del trabajo- su desarrollo sólo puede resultar acelerado por el hecho de que se concentren en determinadas capas sociales grandes sumas de disponibilidades en efectivo. El ejemplo de la India revela que una afluencia de metales preciosos no es motivo suficiente para provocar por sí mismo el capitalismo. En ese país, en la época del Imperio romano, penetró una enorme cantidad de metales preciosos -25 millones de sestercios al año- a cambio de mercancías indias. Semejante afluencia solo en pequeña escala provocó en la India el capitalismo mercantil. La mayor parte de los metales preciosos fue absorbida por la tesorería de los rajás, en lugar de ser acuñada y empleada para la creación de empresas capitalistas racionales. Este hecho revela que lo interesante es la estructura de la organización del trabajo de donde deriva esa afluencia de metales preciosos. Los metales preciosos de América afluyeron, luego del descubrimiento, en primer término a España; pero allí, paralelamente con la importancia de metales preciosos, se registra ;una regresión del desarrollo capitalista. Por un lado sobrevino el aplastamiento de la sublevación de los comuneros y la destrucción de la política mercantil de la grandeza española; por otro, el aprovechamiento de los metales preciosos para fines de guerra. Así, la corriente de metales preciosos pasó por España casi sin tocarla, fructificando, en cambio, países que ya desde el siglo XV se hallaban en trance de transformar su constitución del trabajo, circunstancia que favoreció la génesis del capitalismo. 57

Ni el aumento de población ni la aportación de metales preciosos provocaron, por consiguiente, el capitalismo occidental. Las condiciones externas de su desarrollo son más bien, por lo pronto, de carácter geográfico. En China y en la India, dada la condición manifiestamente interior del tráfico en estos territorios, halló considerables obstáculos el grupo de quienes se hallaban en condiciones de beneficiarse con el comercio, y poseían la facilidad de estructurar un sistema capitalista sobre negocios mercantiles, mientras que en Occidente el carácter interior del mar Mediterráneo y la abundancia de comunicaciones fluviales produjo un desarrollo a la inversa. Tampoco debemos, sin embargo, exagerar esa circunstancia. La cultura de la Antigüedad es una cultura manifiestamente costera. Gracias a la configuración del mar Mediterráneo (en contraposición a los mares de China, sacudidos por los tifones) las posibilidades de transporte fueron muy favorables, y, sin embargo, en la época antigua no llegó a surgir el capitalismo. Aun en la Edad Moderna el desarrollo capitalista fue, en Florencia, mucho más intensivo que en Génova o en Venecia. En las ciudades industriales del interior fue donde nació el capitalismo, y no en los grandes puertos mercantiles de Occidente. Luego resultó favorecido por las necesidades de guerra, pero no como tales, sino por las propias de los ejércitos occidentales, y, también, por las atenciones de tipo suntuario, con las mismas restricciones. En muchos casos dio lugar más bien a formas irracionales, como los pequeños ateliers de Francia, o las colonias forzosas de trabajadores en algunas cortes principescas alemanas. Lo que en definitiva creó el capitalismo fue la empresa duradera y racional, la contabilidad racional, la técnica racional, el Derecho racional; a todo esto había de añadir la ideología racional, la racionalización de la vida, la ética racional en la economía. 58

En los comienzos de toda ética y de las condiciones económicas que de ella derivan aparece por doquier el tradicionalismo, la santidad de la tradición, la dedicación de todos a las actividades y negocios heredados de sus abuelos. Este criterio alcanza hasta la misma actualidad. Una generación atrás hubiera sido inútil duplicar el salario a un obrero agrícola en Silesia -obligado a segar una determinada extensión de terreno- con ánimo de incrementar su rendimiento: simplemente hubiese reducido su prestación activa a la mitad, ya que con ello podía ganar un jornal parecido al de ;antes. Esta ineptitud, esta aversión a separarse de los rumbos tradicionales constituye un motivo general para el mantenimiento de la tradición. El tradicionalismo primitivo puede experimentar, sin embargo, una exacerbación sustancial por dos motivos. Por lo pronto ciertos intereses materiales pueden cooperar al mantenimiento de la tradición: cuando, por ejemplo, en China se intentó modificar determinadas formas de transporte o poner en práctica ciertos procedimientos más racionales, se puso en peligro los ingresos de determinados funcionarios; algo análogo ocurrió en la Edad Media, y en la Moderna, al introducirse el ferrocarril. Estos intereses de los funcionarios, señores territoriales, comerciantes, etc. han colaborado con el tradicionalismo para impedir el fácil desarrollo de la racionalización. Todavía es más intensa la influencia que ejerce la magia esterotipada del tráfico, la profunda aversión a introducir modi-ficiaciones en el régimen de vida habitual, por temor a provocar trastornos de carácter mágico. Por lo regular, tras de estas consideraciones se esconde el afán de conservar prebendas, pero la premisa de ello, sin embargo, es una creencia muy extendida en ciertos peligros de carácter mágico. 59

Estos obstáculos tradicionales no resultan superados, sin más, por el afán de lucro como tal. La creencia de que la actual época racionalista y capitalista posee un estímulo lucrativo más fuerte que otras épocas es una idea infantil. Los titulares del capitalismo moderno no están animados de un afán de lucro superior al de un mercader de Oriente. El desenfrenado afán de lucro sólo ha dado lugar a consecuencias económicas de carácter irracional: hombres como Cortés y Pizarro, que son acaso sus representantes más genuinos, no han pensado, ni de lejos, en la economía racional.

Si el afán de lucro es un sentimiento universal, se pregunta en qué circunstancias resulta legítimo y susceptible de modelar, de tal modo que cree estructuras racionales como son las empresas capitalistas.

Originariamente existen dos criterios distintos con respecto al lucro: en el orden intrínseco, vínculos con la tradición, una relación piadosa con respecto a los compañeros de tribu, de linaje o de comunidad doméstica, excluyendo todo género de lucro dentro del círculo de quienes están unidos por esos vínculos: es lo que llamamos moral de grupo. Por otro lado, absoluta eliminación de obstáculos para el afán de lucro en sus relaciones con el exterior, criterio conforme al cual toda persona extraña es, por lo pronto, un enemigo, frente al cual no existen barreras éticas: esta es la moral respecto a los extraños. La calculabilidad penetra en el seno de las asociaciones tradicionales, descomponiendo las viejas relaciones de carácter piadoso. En cuanto dentro de una comunidad familiar, todo se calcula, y ya no se vive en un régimen estrictamente comunista, 60 cesa la piedad sencilla y desaparece toda limitación del afán de lucro. Este aspecto del desarrollo se advierte, especialmente, en Occidente. A su vez, el afán de ganancia se atenúa cuando el principio lucrativo actúa sólo en el seno de la economía cerrada. El resultado es la economía regularizada con un cierto campo de acción para el afán de lucro.

Concretamente, la evolución se desarrolla de distinto modo. En Babilonia y en China, fuera de la estirpe, cuya actuación económica era comunista o cooperativa, no existió ninguna limitación objetiva para el afán de lucro. A pesar de ello, no se desarrolló en estos países el capitalismo al estilo moderno. En la India las barreras que se oponen a las actividades lucrativas sólo afectan a las dos capas superiores, los brahmanes y los radjputas. Todos los individuos de estas dos castas tienen prohibido el ejercicio de determinadas profesiones. El brahmán puede encargarse de vigilar las fermentaciones, porque sólo él tiene las manos limpias; en cambio, sería degradado, como los rajputas, si hiciera préstamos con interés. Este tipo de préstamos es permitido a la casta de mercaderes, entre los cuales hallamos una falta de escrúpulos mercantiles como no se encuentra en ningún otro lugar del mundo. La Antigüedad, finalmente, sólo conocía limitaciones de interés que tenían carácter legal, estando caracterizada la moral económica romana por el lema caveat emptor. A pesar de ello, tampoco en este caso se desarrolló un capitalismo a la moderna.

Como resultado se produce el siguiente hecho característico: los gérmenes del capitalismo moderno deben buscarse en un sector donde oficialmente dominó una teoría económica hostil al capitalismo, distinta de la oriental y de la antigua.

La ética de la moral económica de la Iglesia se encuentra compendiada en la idea, posiblemente tomada del arrianismo, que se tiene del mercader: homo mercator vix aut numquan potest Deo placere, 61 puede negociar sin incurrir en pecado, pero ni aun así será grato a Dios. Esta norma tuvo vigencia hasta el siglo XV, y sólo a partir de entonces se intentó paulatinamente atenuarla en Florencia, bajo la presión de las circunstancias económicas alteradas. La aversión profunda de la época católica, y, más tarde de la luterana, con respecto a todo estímulo capitalista, reposa esencialmente sobre el odio a lo impersonal de las relaciones dentro de la economía capitalista. Esta impersonalidad sustrae determinadas relaciones humanas a la influencia de la Iglesia, y excluye la posibilidad de ser vigilada e inspirada éticamente por ella. Las relaciones entre el señor y los esclavos podían éticamente regularse de un modo directo. En cambio, son difíciles de moralizar las relaciones entre el acreedor pignoraticio y la finca que responde por la hipoteca, o entre los endosatarios de una letra de cambio, siendo por lo menos extraordinariamente complicado, cuando no imposible, lograr esa mora-lización. 62 El resultado del criterio eclesiástico a este respecto fue que la ética económica medieval descansó sobre la norma del iustum pretium con exclusión del regateo en los precios y de la libre competencia, garantizándose a todos la posibilidad de vivir.

No coincidimos con W. Sombart 63 cuando señala a los judíos como responsables del quebrantamiento de este conjunto de normas. La posición de los judíos durante la Edad Media puede sociológicamente compararse con la de una casta india: los judíos eran algo así como un pueblo de parias. Sin embargo, existe la diferencia de que según los cánones de la religión india, la reglamentación en castas tiene validez para toda la eternidad. Cada individuo puede lograr su acceso al cielo, por vía de la reencarnación, conforme a un desarrollo que depende de sus méritos; pero todo ello ocurre dentro del sistema de castas. Este sistema es eterno, y quien quiere salir de su casta es repudiado y condenado a los infiernos, a morar en las vísceras de un perro. Según el credo judío, por el contrario, vendrá un día en que la ordenación de castas se invierta, en comparación con la actualidad. Al presente los judíos están sellados como un pueblo de parias, ya sea en castigo de los pecados de sus padres (según la concepción de Isaías) o para la salvación del mundo (tal es la premisa de la influencia de Jesús de Nazaret); esta situación sólo puede quedar eliminada mediante una revolución social. En la Edad Media los judíos eran un pueblo al margen; hallábanse fuera de la sociedad burguesa, y, por ejemplo, no podían ser admitidos en ninguna federación municipal, porque no podían participar en la comunión, ni pertenecer tampoco a la coniuriato. No eran el único grupo étnico que se hallaba en estas condiciones.64 Fuera de ellos ocupaban una posición análoga los cahorsinos, comerciantes cristianos que, como los judíos, operaban con dinero, bajo la protección de los príncipes, pudiendo dedicarse a dicha actividad mediante el pago de determinados tributos. Lo que distingue, sin embargo, a los judíos, con toda claridad, de los pueblos admitidos dentro de la comunión cristiana, era la imposibilidad que para ellos existía de sostener commercium y conubium con los cristianos. A diferencia de los judíos -los cuales temían que sus reglas alimenticias no fuesen observadas por quienes los invitaban-, los cristianos no vacilaron en un principio en gozar de la hospitalidad judía; ahora bien, desde las primeras explosiones del antisemitismo medieval, los creyentes fueron prevenidos por los sínodos para que no se comportaran indignamente ni se dejaran invitar por los judíos, quienes por su parte rechazaban la hospitalidad de los cristianos. El conubium con los cristianos resultó ya imposible desde Esdras y Nehemías. Un nuevo motivo de la situación de parias de los judíos fue que, ciertamente, existió un artesanado judío, así como también una clase judaica de caballeros, pero, en cambio, nunca existieron agricultores judíos; en efecto, la dedicación a la agricultura resultaba incompatible con los preceptos rituales. Fueron estos preceptos los que constituyeron el centro de gravedad de la vida económica judía, e incitaron a los semitas a dedicarse al comercio, en particular a las operaciones con dinero.65 La piedad judaica premiaba el conocimiento de la ley, y el estudio continuo de ésta se avenía muy bien al comercio con dinero. Añadíase a esto que, a causa de la prohibición de usura, la Iglesia abominaba el tráfico con dinero, pero este era indispensable, y los judíos podían practicarlo porque no reconocían los cánones de la Iglesia. Finalmente, el judaísmo como mantenedor del universal dualismo primitivo entre moral de grupo y moral respecto a los extraños, pudo percibir interés de estos últimos, cosa que no hacían con los hermanos de religión y con las personas afines. De este dualismo se derivó, además, la tolerancia hacia negocios económicos irracionales, como el arrendamiento de tributos y la financiación de negocios públicos de todas clases. Los judíos lograron en estas operaciones, andando el tiempo, un virtuosismo que les hizo adquirir gran fama y por el que fueron generalmente envidiados. Pero este era un capitalismo de parias, no un capitalismo racional como el que se produjo en Occidente. Por eso entre los creadores de la moderna organización económica, entre los grandes empresarios, apenas si se encuentra un judío. El tipo del gran empresario es cristiano y sólo puede imaginarse sobre el terreno de la cristiandad. En cambio el fabricante judío es un fenómeno moderno. Los judíos no pudieron tener parte alguna en la génesis del capitalismo racional, puesto que se hallaban fuera de los gremios. Casi nunca pudieron subsistir junto a éstos, ni siquiera allí donde, como en Polonia, disponían de un numeroso proletariado, que hubiesen podido organizar como patrones de la industria doméstica o como fabricantes. Por último, como enseña el Talmud, la ética genuinamente judaica implica un tradicionalismo específico. El aborrecimiento que el judío piadoso siente hacia todo género de innovaciones es casi tan grande como el de los miembros de cualquier pueblo salvaje, unidos entre sí por vínculos mágicos.

No obstante, el judaísmo tuvo también una importancia decisiva para el capitalismo racional moderno; en cuanto legó al cristianismo su hostilidad hacia la magia. Exceptuando el judaísmo y cristianismo, así como dos o tres sectas orientales (una de ellas en el Japón), no existe religión alguna que tenga un marcado carácter de hostilidad hacia la magia. Es verosímil que el origen de tal animadversión sea que los israelitas la hallaron en Canaán, en la magia de Baal, el dios de la agricultura, mientras que Jehová fue un Dios de los volcanes, de los terremotos y de las epidemias. La enemistad entre el sacerdocio de ambas religiones y el triunfo del clero judaico desterró la magia de la fecundidad cultivada por los sacerdotes de Baal, y tachada de atea y disolvente. En cuanto el judaísmo abrió el paso al cristianismo, imprimiéndole el carácter de una religión por completo enemiga de la magia, prestó un gran servicio a la Historia de la Economía. En efecto, el imperio de la magia fuera del ámbito del cristianismo es uno de los más graves obstáculos opuestos a la racionalización de la vida económica. La magia viene a estereotipar la técnica y la economía. Cuando en China se quiso iniciar la construcción de ferrocarriles y fábricas sobrevino el conflicto con la geomancia. Exigía ésta que al hacer las instalaciones respetaran determinadas montañas, selvas y túmulos, porque de otro modo se perturbaría la paz de los espíritus.66 El mismo criterio tienen las castas de la India con respecto al capitalismo. Cualquier técnica nueva empleada por los indios significa, por lo pronto, para ellos, la pérdida de la casta, y el retorno a otra etapa nueva pero inferior. Como el indio cree en la transmigra-ción de las almas, ello significa que así queda relegado en cuanto a sus posibilidades de salvación, hasta la encarnación próxima. En vista de ello difícilmente se ve atraído por esas innovaciones. A esto se añade que cada casta contamina a las otras. Esto tiene, a su vez, como consecuencia que los obreros, que no pueden darse mutuamente un vaso de agua, no pueden estar trabajando en el mismo recinto de una fábrica. Sólo en la actualidad, después de un secular período de ocupación por los ingleses, pudo eliminarse este obstáculo. Pero el capitalismo no pudo surgir de un grupo económico que de este modo se halla atenazado por la magia.

Quebrantar la fuerza de ésta e impregnar la vida con el racionalismo sólo ha sido posisble en todos los tiempos por un procedimiento: el de las grandes profecías racionales. Sin embargo, no toda profecía destruye el conjuro de la magia; es posible, no obstante, que un profeta, acreditado por el milagro y otros medios, quebrante las normas sagradas y tradicionales. Las profecías han roto el encanto mágico del mundo creando el fundamento para nuestra ciencia moderna, para la técnica y el capitalismo. En China faltan semejantes profecías. Cuando se encuentran, proceden del exterior, como ocurre con Laotsé y el taoísmo; en cambio, la India conoce una religión redentora. Existían, sin embargo, profecías ejemplares; el profeta típicamente indio, Budha por ejemplo, vive ciertamente la vida que conduce a la redención, pero no se considera como un enviado de Dios, sino como un ser que libremente desea su salvación. También puede renunciarse a la salvación, ya que no todos pueden, después de la muerte, penetrar en el nirvana, y sólo los filósofos en sentido estricto son capaces, por la aversión que este mundo les causa, de desaparecer de la vida en un acto de estoica decisión. La consecuencia fue que la profecía de la India sólo tuvo importancia directa para las clases intelectuales. Sus elementos integrantes fueron habitantes de las selvas y monjes menesterosos. Para la masa, la iniciación de una secta budista significó algo completamente distinto: concretamente, la posibilidad del culto a los santos. Este culto existió para unos santos tenidos por milagrosos, a los cuales se alimentaba bien, para que dieran en cambio garantía de una mejor reencarnación o concedieran riquezas, larga vida y cosas semejantes, es decir, bienes de este mundo. Así el budhismo, en su forma pura, quedó limitado a una tenue capa monacal. El profano no encontró ninguna instrucción ética conforme a la cual pudiese orientar su vida; el budismo poseía ciertamente un decálogo, pero, a diferencia del judío, no contenía normas obligatorias, sino sólo recomendaciones. El acto más importante fue y siguió siendo el sustento físico de los monjes. Una religiosidad de este tipo nunca podía estar en condiciones de eliminar la magia, sino de sustituirla, a lo sumo, por otra.

En contraste con la religión ascética redentora de la India y su falta de eficacia sobre las masas, se hallan el judaísmo y el cristianismo, que desde el principio fueron religiones de plebeyos, y siguieron siéndolo, a través de los tiempos, por propia voluntad. La lucha de la Iglesia antigua contra los gnósticos no fue otra cosa sino la lucha contra la aristocracia de los intelectuales, tal como la conocen todas las religiones asiáticas, para impedir que se apoderasen de la dirección de la Iglesia. Esta lucha fue decisiva para el efecto de masas del cristianismo y a la vez para que la magia fuera desterrada en lo posible del corazón de las masas. Ciertamente, no fue posible superarla del todo hasta fechas muy cercanas a nosotros; pero fue relegada hasta la cohibición de algo antidivino y diabólico. El germen de esta posición opuesta a la magia lo encontramos ya en la ética del judaísmo primitivo. Guarda ciertos puntos de contacto con la ideología recogida en las colecciones de sentencias de los llamados textos proféticos de los egipcios. Pero las más razonables prescripciones de la época egipcia resultaban vanas cuando se consideraba suficiente colocar un escarabajo en la región cordial del muerto para que este pudiera engañar fácilmente al juez de los difuntos, pasando por alto los pecados cometidos, y hallando así más fácil acceso al paraíso. La ética judía no conoce semejantes subterfugios sofísticos, y lo mismo ocurre con el cristianismo. La comunión ha sublimado la magia hasta la categoría de sacramento, pero no ha procurado a sus creyentes ciertos medios y recursos que les permitan soslayar el juicio final, como ocurre con la religión egipcia. Si se quiere estudiar en resumen la influencia de una religión sobre la vida, precisa distinguir entre su teoría oficial y aquel tipo de conducta efectiva que, en realidad, y acaso contra su voluntad propia, otorga premios en este mundo o en el otro; también conviene distinguir, además, entre el virtuosismo religioso de los selectos y el de las masas. El virtuosismo religioso sólo tiene un valor ejemplar para la vida cotidiana; sus exigencias representan un desiderátum pero no son decisivas para la ética de cada día. La relación de ambas es distinta según las diferentes religiones. Dentro del catolicismo ambas se asocian de un modo peculiar, cuando las normas del virtuosismo religioso aparecen como consilia evangelica junto a los deberes del profano. El cristiano perfecto, propiamente dicho, es el monje; no se puede exigir, sin embargo, obras como las suyas a todo el mundo, aunque algunas de sus virtudes, en forma atenuada, constituyen el espejo para la vida de cada día. La ventaja de esta vinculación fue que la ética no pudo ser desgarrada a la manera como lo fue en el budismo. No obstante, la distinción entre ética monacal y ética de masas significó que los individuos de más elevada calidad religiosa se apartaran del mundo para formar una comunidad especial.

El cristianismo no constituye un caso aislado por lo que respecta a este fenómeno, sino que el fenómeno es frecuente en la historia de las religiones, y ello permite medir la importancia extraordinaria del ascetismo. Significa éste la práctica de un determinado régimen de vida metódica. Conforme esta acepción, la ascesis ha ejercido siempre su influencia. El ejemplo del Tibet revela las extraordinarias realizaciones de que es capaz un régimen de vida metódico y ascético. El país parece condenado por la naturaleza a ser eternamente desértico; pero una comunidad de ascetas sin familia ha realizado las colosales construcciones de Lhassa, empapando el país, en el aspecto religioso, con las teorías del budismo. Un fenómeno análogo se advierte en la Edad Media occidental: el monje es el primer hombre de su tiempo que vive racionalmente, y que con método y medios racionales persigue un fin, situado en el más allá. Para él sólo existe el toque de campana; sólo para él están divididas las horas del día destinadas a la oración. La economía de las comunidades monacales era economía racional. Los monjes suministraban en parte sus funcionarios a la alta Edad Media; el poderío del Dux de Venecia cayó por tierra cuando la Guerra de las Investiduras le privó de la posibilidad de utilizar a los clérigos para las empresas transmarinas. Ahora bien, este régimen racional de vida quedó relegado al círculo monacal. El movimiento franciscano intentó extender la institución de los terciarios, haciéndola penetrar entre la gente laica. Pero frente a este intento se alzaba el instituto de la confesión. Con ayuda de esta arma la Iglesia domesticó a la Europa medieval. Más para los hombres de la Edad Media ello significaba posibilidad de descargarse por medio de la confesión, a costa de ciertas penitencias, sacudiéndose la conciencia de la culpa y el sentimiento del pecado que habían sido provocados por los preceptos éticos de la Iglesia. La unidad y severidad de la vida metódica quedó, de este modo, quebrantada en la realidad. Como conocedora de hombres, la Iglesia no contó con el hecho de que cada individuo es una personalidad moral perfectamente hermética, sino que admitió como cosa firme que, a pesar de la admonición confesional y de la severa penitencia, caería de nuevo en el pecado; es decir, que su gracia tuvo que derramarse por igual sobre los justos y sobre los injustos.

La Reforma rompió definitivamente con este sistema. La supresión de los consilia evangelica por la reforma luterana significó la ruina de la doblez ética, de la distinción entre una moral que obliga a todos y otra de índole particular y ventajosa. Con ello cesó también el ascetismo ultraterreno. Las naturalezas rígidamente religiosas que hasta entonces se habían refugiado en el claustro tuvieron que laborar, en lo sucesivo, dentro mismo del mundo. El protestantismo, con sus denominaciones ascéticas, logró crear la ética sacerdotal adecuada para esta ascesis mundanal. No se exige el celibato sacerdotal; el matrimonio es sólo una institución que tiene por objeto la procreación racional. No se recomienda la pobreza, pero la adquisición de riquezas no debe inducir a un goce puramente animal. Es, por tanto, muy exacto Sabastián Franck cuando resume el sentido de la Reforma con estas palabras: Tú crees que has escapado al claustro: pero desde ahora serás monje durante toda tu vida. En los países clásicos de la religiosidad ascético-prostestante se puede advertir la extensión adquirida por este sello ascético, hasta la actualidad. Especialmente se reconoce este carácter en la significación de los grupos confesionales religiosos en América. Aunque el Estado y la Iglesia están separados, no ha existido, hasta hace varios lustros, ningún banquero, ningún médico, a quien al instalarse o al entablar relaciones no se le haya preguntado a qué comunidad religiosa pertenece. Según el tono de su contestación, podían ser buenas o malas sus posibilidades de prosperar. En efecto, la admisión en las sectas sólo se llevaba a cabo después de examinada la conducta moral del interesado. La pertenencia a una secta que no conocía la distinción judía entre moral de grupo y moral exterior, garantizaba la honorabilidad y la honestidad profesional, y éstas, a su vez, el éxito en la vida. De aquí el principio según el cual la honestidad es la mejor política, de aquí también que los cuáqueros, los baptistas y los metodistas repitan sin descanso la norma de experiencia según la cual Dios bendice a los suyos: Los ateos no fían unos de otros, en sus asuntos; se dirigen a nosotros cuando quieren hacer negocio; la piedad es el camino más seguro para alcanzar la riqueza. Esto no es can’t (no hagas tal cosa), en modo alguno, sino una confluencia de la religiosidad con ciertos resultados que, en su origen, eran desconocidos para ella y que no figuraban entre sus propósitos inmediatos. Ciertamente, el logro de la riqueza debida a la piedad conducía a un dilema, semejante a aquel en que cayeron siempre los monasterios medievales, cuando el gremio religioso produjo la riqueza, ésta la decadencia monástica, y ésta, a su vez, la necesidad de su restauración. El calvinismo trató de sustraerse a ;dicha dificultad mediante la idea de que el hombre es sólo administrador de los bienes que Dios le ha otorgado; censuraba el goce, pero no admitía la evasión del mundo, sino que consideraba como misión religiosa de cada individuo la colaboración en el dominio racional del Universo. De este criterio deriva nuestra actual palabra profesión (en el sentido de vocación), que sólo conocen los idiomas influidos por la traducción protestante de la Biblia.67 expresa ese término la valoración de la actividad lucrativa capitalista, basada en fundamentos racionales, como realización de un objetivo fijado por Dios. En último término esta era también la razón de la pugna existente entre puritanos y Estuardos. Ambos eran de orientación capitalista; pero sintomáticamente para el puritano el judío era cifra y compendio de todo lo aborrecible, porque participaba en todos los negocios irracionales e ilegales, como la usura de guerra, el arrendamiento de contribuciones, la compra de cargos, etc., como hacían también los favoritos cortesanos.68

Esta caracterización del concepto profesional suministró, por lo pronto, al empresario moderno una experiencia excepcionalmente buena, y, además, obreros solícitos para el trabajo, cuando el patrono prometió a la clase obrera, como premio por su dedicación ascética a la profesión y por su aquiescencia a la valoración de estas energías por el capitalismo, la bienaventuranza eterna, promesa que en época en que la disciplina eclesiástica absorbía la vida entera en un grado para nosotros inconcebible, poseía una realidad distinta de la actual. También la Iglesia católica y la luterana han conocido y practicado la disciplina eclesiástica. Ahora bien en las comunidades ascéticas protestantes, la admisión a la comunión se hacía depender de un alto nivel ético; este, a su vez, se identificaba con la honorabilidad en los negocios, mientras que nadie preguntaba por el contenido de la fe. Una institución tan poderosa e inconscientemente refinada para la formación de los capitalistas no ha existido en ninguna otra iglesia o religión, y en comparación con ello carece de importancia todo cuanto hizo el Renacimiento en pro del capitalismo. Sus artistas se ocuparon de problemas técnicos y fueron experimentadores de primera magnitud. Del arte de la minería el experimento fue recogido por la ciencia. Como concepción del Universo, el Renacimiento determinó ampliamente la política de los príncipes, pero el alma de los hombres no quedó transformada tanto como por las innovaciones de la Reforma. Casi todos los grandes descubrimientos científicos del siglo XVI y de los comienzos del XVII han crecido sobre el suelo del catolicismo: Copérnico era católico, y en cambio Lutero y Melanchton se mantuvieron hostiles a sus descubrimientos. En conjunto, el progreso científico y el protestantismo no pueden identificarse, sin más. La Iglesia católica ha cohibido en ocasiones el progreso científico; pero también las sectas ascéticas del protestantismo han tenido poco interés por la ciencia pura. Una de las realizaciones específicas del protestantismo consiste en haber puesto la ciencia al servicio de la técnica y de la economía.69

La raíz religiosa del hombre económico moderno ha muerto. Hoy el concepto profesional aparece como un caput mortuum en el mundo. La religiosidad ascética quedó suplantada por una concepción pesimista, pero nada ascética, como es la representada por la Fábula de las abejas de Mandeville, según la cual los vicios individuales pueden ser, en circunstancias, ventajosos para la colectividad. Al desaparecer hasta los últimos vestigios del tremendo pathos religioso primitivo de las sectas, el optimismo de la Aufklärung, que creía en la armonía de los intereses, ha trasladado la herencia del ascetismo protestante al sector de la economía. Es ese optimismo el que inspiró a los príncipes, estadistas y escritores de las postrimerías del siglo XVIII y de los comienzos del XIX. La ética económica nació del ideal ascético, pero ahora ha sido despojada de su sentido religioso. Fue posible que la clase trabajadora se conformara con su suerte mientras pudo prometérsele la bienaventuranza eterna. Pero una vez desaparecida la posiblidad de este consuelo, tenían que revelarse todos los contrastes advertidos en una sociedad que, como la nuestra, se halla en pleno crecimiento. Con ello se alcanza el fin del protocapitalismo y se inicia la era de hierro en el siglo XIX.

REFERENCIAS

55 G. Oppert, The original inhabitants of India, Londres, 1893, p. 131 op. cit. en art. Kuli en el Handworterbuch, VI

56 Der moderne Kapitalismus, I, pp. 557 ss.

57 Cf. M. Bonn (supra, p. 264 nota 31).

58 Cf. M. Weber, Gesammelte Aufsätze zur Religionssoziologie, I pp. 30 ss.

59 Cf. para China: Chen Huan-Chang, The economic principles of Confusius and his school, Nueva York, 1911

60 Cf. supra, pp. 109 y 197.

61 Dist. LXXXIII, c. 11 del Decreto según Ps. Chrysosthomus, super Matthaeum.

62 Cf. Gesammelte Aufsatze zur Religionssoziologie. I, p. 544.

63 W. Sombart, Die Juden und das Wirtschaftsleben, Munich y Leipzig, 1911

64 Cf. p. 174 y 191

65 Cf. p. 174.

66 Cuando los mandarines se dieron cuenta de las posibilidades de ganancia que se les ofrecían, estas dificultades fueron fáciles de superar: hoy son los principales accionistas de los ferrocarriles. A la larga no existe ninguna convicción ético-religiosa capaz de detener al capitalismo, pero el hecho de que sea capaz de derribar todas las barreras mágicas, no demuestra que haya podido surgir en un ámbito donde la magia desempeñaba tan importante papel.

67 Cf. M. Weber Gesammelte Aufsätze sur Religionssoziologie. I, pp. 63 ss., 98 ss., 163 ss., 207 ss.

68 En conjunto y con las inevitables reservas, esa contradicción puede formularse de tal modo que el capitalismo judío aparece como un capitalismo paria, especulador, y el puritano como una organización burguesa del trabajo, M. Weber, Ges. Aufsätze zur Religionssoziologie, I, pp. 181 s., nota 2.

69 Cf. también E. Troeltsch, Die Sociallehren der christlichen Kirchen und Gruppen, 2 vols., Tubinga, 1912 (reimpresión, 1919). Entre los adversarios de la referida tesis de Max Weber acerca de la importancia del calvinismo citaremos a L. Brentano, Die Anfange des modernen Kapitalismus, Munich, 1916, pp. 117 ss. y G. Brodnitz, Englische Wirtschaftsgeschichte, I, pp. 282 ss.

Ideas de SPECULUM MENTIS OR THE MAP OF KNOWLEDGE, R. G. Collingwood, Clarendon Press, Oxford 1924.

[I. prólogo]

(34-5) Cada actividad se ha separado de las otras, tendiendo a buscar seguidores en un desierto donde la vida humana se había perdido, y su verdadero motivo desaparecido. Cada una llegó a ser una especialidad buscada por especialistas para el aplauso de especilistas, inútil para el resto de la humanidad. Los filósofos han perdido el contacto con la gente de manera tan patente que sería ocioso insistir en este punto. En la edad mediael artista era solo quizá medio artista, el filósofo era según nuestro modo de comprender medio filósofo, y el religioso no extremadamente religioso, pero eran hombres, seguros de corazón y en su vida. Hoy día podemos ser artistas, filósofos, tan religiosos como queramos, pero no podemos ser hombres en absoluto. Somos fragmentos de hombre, y no sabemos cómo llevar nuestra vida y cómo empezar a buscar la felicidad que sabemos que no poseemos.

(36) Nuestra tarea es buscar la vida, construir una concepción de una actividad que sea a la vez arte, religión, ciencia y el resto. En un sentido queremos que lo que hizo el renacimiento sea deshecho, y que vuelva la edad media. Pero volver al pasado no es solucionar los problemas del espíritu. (37) Fue el institucionalismo y su insistencia en la unidad de la mente -la misma verdad mirada desde fuera o desde dentro- el modo como la edad media era distintivamente cristiana; y fue esta cristiandad la que hizo gigantes de hombre que tomados simplemente eran niños. En la negación de este doble principio, y la aserción de su contrario, un externo individualismo acompañado de una interior separación de las actividades de la mente, lo que reveló el renacimiento no en contra el medievalismo más que contra el cristianismo, y volvió al ideal pagano. Porque el principio separatista es el principio incorporado de el mundo pagano e idealizado en las filosofías paganas; si toma la forma de esclavitud o la doctrina de la inmortalidad del alma, si aparece en la práctica como una práctica de religión en la que la tarea divina es un deber que es descargado y hecho, o como una teoría del arte en el que la pensa y el miedo son las emociones que se conjuran.

(38) Nuestra solución entonces puede solo ser en principio la solución cristiana. Será decir una vez más en palabras apropiadas a nuestra generación algo que todo el mundo ha sabido de siemrpe.

[VI. history]

$1. la historia como la afirmación del hecho

(203) La forma de pensamiento que llamamos específicamente historia llega a su madurez en el curso de este proceso. La historia en el sentido especial de la palabra llega a ser en el siglo XVIII y se convierte en un gigante en el XIX. Es un nuevo movimiento absolutamente del hombre.

(204) El concepto de percepción, como el de hecho, es moderno. Los griegos no tenían nombre para él, o mejor lo llamaban con un nombre que mostraba una mala interpretación de su naturaleza, este es, sensación. La sensación es la versión falsa o abstracta de la percepción. En la percepción somos inmediatamente conscientes de nuestro objeto, que es concreto y un hecho histórico; percepción e historia son así idénticos. Pero la inmediación de la percepción no excluye la mediación, no es una inmediación abstracta (sensación) sino que contiene implícitamente un elemento de mediación (pensamiento).

(205) La percepción es explícitamente inmediata, pero siempre contiene en sí misma la mediación (pensamiento, interpretación de los sense-data, inferencias de lo inmediatamente dado, o del modo como se quiera llamar) y por tanto nunca es abstracta inmediación.

(207) Se sigue que la mente que es ignorante de su verdadera naturaleza no posee en un sentido pleno a su naturaleza. la verdadera naturaleza de la mente, no preexiste fija en las profundidades de la mente, esperando ser descubierta. Hasta que no es descubierta no existe; pero existe de una manera confusa y distorsionada, mientras que los errores sobre ella son errores parciales, y la tarea dialéctica de traerla a existencia o llegar a conocerla (las dos cosas son lo mismo) es simplemente limpiarla de estas confusiones, que aparecen como inconsistencias, conflictos entre lo que, en un determinado nivel, la mente en cuentra a sí misma lo que es y lo que siente que debería ser.

(208) Ahora la conciencia histórica afirma el hecho concreto. La conciencia científica niega la concretitud de esete hecho y por tanto en sus manos el hecho llega a ser un mero ejemplo abstracto de un principio abstracto. Esto en historia se llama elevar (estrictamente degradar) la historia al rango de ciencia. El hecho, en este tipo de error histórico, es supuesto que es un mero hecho (particular, no individual) y requiere el suplemente externo de una forma de las así llamadas leyes de la historia. El descubrimiento de estas es un trabajo de la sociología, economía,. Estas ciencias, en la medida que se incorporan al cuerpo de la historia misma, son útiles pora su progreso, como la arqueología, la nunismáticas y otras ciencias históricas.

(211) Pero a menos que sea saturado con un sentido de fuerzas oscuras y poderosas funcionando en la historia para fines que ningún hombre puede ver completamente, a menos que esté preparado para hacer ciertas acciones rectamente y erroneamente tal como le ayudan esas fuerza y a menos que sea capaz de ver el curso de la historia como la manifestación de una inexorable razón, nunca será un historiador. Y finalmente si piensa que puede utilizar leyes a priori para gobernar el curso de la historia en el pasado, presente y futuro, si piensa que no hay ningún modo de determinar un hecho excepto por el estudio histórico, o que la historia verdaderamente se repite a sí misma del modo que sea, es meramente un estúpido. Pero a emos que esté preparado para pasar años en el estudio inductivo de monedas e inscripciones, peculiaridades de la gramática e idiomas, fragmentos de la arquitectura, todos los detalles pedantes de la antiguedad como base para una generalización posible e hipótesisi, será un transcriptor de otra gente, pero no un historiador.

$2. el mundo de los hechos como el objeto absoluto

(218) Comprender los hechos es afirmarlos no con el aislamiento arbitrario sino en su relación real con su contexto. La razón de por qué un evento ocurrió es vista por el historiador no en una ley abstracta científica sino en los hecho, en los hechos de nuevo. La causa de un evento en historia es su relación intrínseca con otros eventos históricos, y el nexo causal no es externo a ellos sino que descansa en su misma naturaleza. Los motivos de los personajes històricos no son fuerzas psicológicas que subyacen a los eventos históricos; son elementos en esos eventos, o mejor, son simplemente eventos ellos mismos como propuestos y planeados por los agentes.

(220) Este todo absoluto es el universal concreto; por universalidad concreta es individualidad, el ser individual simplemente como unidad entre lo universal y lo particular. El individual absoluto es unviersal en aquello que se extiende y cada parte es individual como él mismo. De un lado no es mera abstracción, sino la cualidad abstracta de la individualidad, pero un individual que incluye a todos los otros; cada parte en él es determinado por su lugar en el todo, pero no es determinismo porque cada parte determinada el todo y por tanto por implicación cada parte a otra parte: así cada parte tomada separadamente puede ser considerada como un determinante crucial de todo lo demás, como si cada eslabón separada mantuviera la resposabilidad de mantener la cadena unida.

$4. deber y ética concreta

(222) Cuando el punto correcto de la historia es alcanzado, se reconoce y ser trasciende lo abstracto del punto de vista científico. EL hombre ahora ve que inclusoo llamándose a sí mismo máquina se ha ganado su propio libertad, y en ese descubrimiento acoge esta libertad. El pensamiento histórico o concreto es el descubrimiento de la individualidad y la individualidad es la libertad, El pensamiento abstracto es siempre determinístico, poeque lo universal no está contenido en lo particular sino que está fuera de él: lo que determina lo particular no es lo mismo sino algo distinto, esto es, lo universal. Separa lo universal de lo particular y lo hipostasirás en otro particular cuya naturaleza es determinar o tiranizar al primero. Es la tendencia mecanicista o determinista del pensamiento abstracto, que degrada el deber en utilidad; porque la utilidad es simplemente el deber del esclavo. La acción como buena en sí misma no es caprichosa o moralmente indiferente, porque el capricho significa (223) el aislamiento del fin y la existencia sola de los medios. Mientras que el fin es absorvido en la acción, la acción llega a ser eso que es hecho por su propio mérito y su propia justificación. Cada acción es un elemento integrante en el mundo de los hechos totales, y es determinada por su lugar en el mundo como la acción relevante para los hechos dados. La existencia del mundo de los hechos constituye la obligación de desarrollar la acción relevante, y así el lugar del agente como miembro de un mundo de hechos dicta sus deberes como un contribuidor a ese mundo.

La ética histórica da una respuesta clara a la cuestión qué es el deber, y en la práctica vacila entre dos respuestas contradictorias. Primero la respuesta subjetiva: la voluntad en su propio mundo (224) y en sus propias leyes. No hay nada fuera que me determine, sino que es absolutament autónomo, y el deber es siempre auto-determinación. Segundo, la respuesta objetiva: el orden moral del mundo objetivo como un todo dado es la le que debe determinar a la voluntad subjetiva.

La característica de la ética concreta es la ley. Lay no es sino la estructura de la sociedad considerada como una fuente de obligación sobre lo individual para actuar en cierto modo. La mente legal no es científica en su actitud hacia la verdad, sino histórica; el juicio es un juicio aprendido -esto es, su cualificación es un conocimento profundo del mundo de los hechos, y la ley es la forma más alta y más organizada que consiste por un dado en los estatudos, por otro en los casos legales, estos dos elementos (225) reaccionando el uno sobre el otro de tal modo que el cuerpo de la ley forma un orgánico todo. En la medida en que los estatutos son generalizaciones, la actitud legal está amenudo equivocada por un forma de conciencia abstracta o científica. Pero esto es un errorr, porque la generalidad de la ley, como la generalidad de la arqueología, no es un fín en sí misma sin un medio para un explícito fin concreto. El ideal de la ley no es la inmovilidad de sí o ese estatuto, sino su interpretación; y esta interpretación significa usar la ley como un fin para la determinación de casos concretos, como el arqueologoo usa sus reglas generales para proponer y fijar los datos concretos. La lay es paralela a la historia e incluye el acto abstracto de generalización como un elemento subsidiario.

(227) El intento de abstraer pensamiento para mutilar los hechos históricos aparece teóricamente en el intento de construir una sociología, o ciencia que reduce la historai a un modelo de conceptos abstractos, y practicamente en el intento de hacer del hombre de leyes y al político y sacarlo de la vida pública y hacerlo un científico.

(228) Igualmente que la familia, porque es una unidad espiritual concreta suya fundación es el acto de elección espontáneaa, movida por cierto espíritu no nacido en el laboratorio, un hombre y una mujer se ponen de acuerdo como procreadores de un mundo futuro. Porque es el árbol en el que nuevas almas crecerá de una manera impredicible para los científicos. Solo por esto la familiar es el objeto de ataque contra los eugenistas, que está seguros que los profesores de ciencia pueden hacer mucho más con los jóvenes que estos por sí mismos con las relaciones amateres que poseen.

$5. la caída de la historia

(231) La historia es el conocimento del infinito mundo de hechos. Es por tanto un infinito todo de pensmiento: la historia es esencialmente historia universal, como un todo en el que el conocimeinto de cada hecho está incluido. El todo, la historia universal, nunca es alcanzada. Toda historia es fragmentaria. El historiador no toma toda la historia por su provincia a menos que quiera mostrar tal ignorancia. Pero esto es una objeción fatal a la afrimación del pensamiento histórico. La historia es el conocimiento de un infinito todo cuyas partes son conocidas por referencia a su contexto. Pero como este contexto siempre es incompleto, nunca podemos conocer cada parte como es realmente.

(234) La historia no es nada sino concebir el objeto como un hehco concreto, hecho para el que el contexto no es irrelevante sino esencial. Si la historia existe, su objeto es un todo infinito que es incognoscible y hace a todas sus partes incognoscibles. Si sus partes son átomos, entocnes la historia no existe y estamos de nuevo en la ciencia, cuya bancarota ya hemos aceptado. Estos individuales no son átomos, ni están compuestos por átomos. Esto parece que reduce la historia a nivel del arte. Ser una mónada como opuesto a un a´tomo; ser un mundo en sí mismo conextado con un infinito número de otros mundos (235) sin ventanas e ignorante del todo cuyas partes son- este es el trabajo de una obra de arte. Quita la concepción de una historia universal en que cada historia especial encuentras su lugar y justificación, y habrás cometido el primer y más profundo pecado contra la historia. La habrás confundido con arte; le habrás negado su relación con la verdad y la habrá hecho un simple producto de la imaginación.

(238) La historia en su perfecta realidad es perfectamente incognoscible, y nuestros esfuerzos para alcanzarloa se fustrarán. En arte el trabajo individual es disfrutado realmente; en religión es glorificada una unión mísitica, aunque la unión siempre es imperdecta. En ciencia la mente posee un concepto a prio pero es concepto es un mero fantasma y la mente reconoce su incapacidad para vestilo. La progresiva alienación de la mente en la historia es completa. El mundo es triunfalmente unificado como objeto, solo separado de la mente por un abismo infranqueable.

$6. la transición de la historia a la filosofía

(239) Un infinito dado no puede ser abrazado por la mente. Cada parte implica al todo y el todo es presupuesto por cada parte. Ninguna parte por tanto puede ser conocida primero. Ningún proceso de pensamiento con respecto a ese todo es posible. No podemos conocerlol

(240) Somos incapaces por tanto de escapar al dilema si este infinito todo de hechos es conocido perfectamente y siempre por una mente dada, o no puede ser conocido nunca.

(241) El universo de hecho que es implícitamente conocido llega a ser objetivamente diferente al ser explítamente conocido, porque nuestro conocimiento es parte de él. Ahora en el curso de esta investigación la verdad ha dicho que hay un objeto al menos cuya naturaleza es alterada al ser conocido, sin implicar la consecuencia de que error respecto de él es imposible. Este objeto es la mente cognoscente. Un error reacciona en nuestra mente y la hace cambiar de comportamiento, que es su naturaleza para una mente lo que hace: si por tanto un infinito todo dado de hechos es la naturaleza del conocerse de la mente en cuanto tal, nuestro problema está resuelto, y la posibilidad de conocerse está demostrada.

(243) Hemos visto la ciencia, y aquí hemos visto que su objeto, el concepto abstracto, que es indiferentemente tratado el mundo físico o material, el campo del pensamiento abstracto es el ser puro o como una arbitraria construicción un expediente del pensamiento no el objeto del pensamiento. En la historia solos encontraos un tipo de pensamiento que, significa lo que dice, y cuando apunta al hecho como su objeto realmente significa ese objeto. Nos aventuramos a asumir ese hecho, este mismo hecho que se encara con la mente en la historia, es el objeto oculto no solo de la ciencia sino de la religión y del arte. Pero ¿qué es este hecho? ¿hecho sobre qué?

(244) El principio fundamental de la historia misma, esto es, la concretitud de su objeto, hace imposible para el objeto ignorar el sujeto, y nos obliga a reconocer un objeto para el que el sujeto es orgánico, en el sentido de que la conciencia del sujeto de ello hace una diferencia real a él como un todo respecto de las parte. El sujeto entonces no es una parte separable del mundo del hecho, sino un elemento esencial que pentra en su totalidad, un elemento constitutivo en el objeto mismo. Siendo conocido, si verdadera o erróneamente conocido, debe hacer una diferencia al objeto; negar esto es volver del pensamiento concreto a las falacias de la abstracción.

(245) Un error de la mente sobre sí misma causa un comportamiento anormal; y es solo corrigiendo este error como la mente puede volver a su verdadera naturaleza. El mundo de hechos que es estudiado explícitamente en la historai es por tanto nada implícitamente sino la mente cognoscente como tal. Esta no es una noción extraña, Es un tema reiteradp no solo en toda la filosofía sino implícitamente por la religión y la sabiduría popular "conócete a tí mismo".

La transición de la historia a la filosofía, como todas las otras transiciones, hace explícito lo que estaba ya (246) implícito.

[VII. filosofía]

$1. filosofía como autoconocimento

(248) De este objeto real estamos en continua búsqueda; y parece que hemos llegado a la conclusión de que no es nada sino la mente mismo. Las dos definiciones de filosofía parecen coincidir. La inteligencia sola es absolutamente inteligible y por tanto (249) el conocimiento absoluto puede ser solo conocimiento de la mente cognoscente sobre sí misma. La filosofía es solo importante y digna de ser cultivada si su identidadd en un prinpcio, presente en cada fase de la experiencia pero solo llegada a ser explícita en la filosofía.

(250) La mente, habiendo formado una falsa concepción de sí misma, trata de superar esa concepción. Pero la falsedad de la concepción significa que no puede salir de ella. Hay por tanto una discordia permanente entre lo que la mente piensa que es y lo que hace; incluso aunque este comportamiento no sea el mismo como comportamiento de mente que se conoce verdaderamente. El resultado es una abierta inconsistencia entre teoría y práctica, y esta inconsistencia, como fuente de dessatisfacción, es el pnto de partida del intento del verdadero conocimento.

$2. filosofía dogmática o realista en general

(256) El academicismo es el error de concebir la filosofía como una forma especializada de experiencia, en vez de darse cuenta de que es meramente autoconocimiento de la experiencia en general.

$5. filosofía científica

(271) El científico asume que al describir el mundo en términos de conceptos abstractos lo está en principio describiendo correctamente: la filosofía científica surge de esta asunción al nivel de una afirmación conscientemente hecha y defendida contra el criticismo. El científico piensa abstractamente; el filósofo científico justifica este modo de proceder. La justificación de la actitud científica tiene una forma doble. En primer lugar, es una lògica (formal) y una metafísica. En primer lugar es un relato de pensamiento científico, una exposición de sus principios, estructura y metodología; en segundo lugar defiende la validez objetiva de este tipo de pensamiento mostrando que el mundo ral está construido del modo que, pensándolo científicamente, lo estamos pensando como realmente es. La lógica y metafísica son necesarias unas de otras. (272) Aquí la lógica es descrita como ciencia de las ciencias, la teoría científica de la ciencia. Alcanzamos una posición superior a ese tipo de filosofía ascética o religiosa. Porque en estas la justificación del arte o religión está confiada algo que es otro que arte o religión, y es por tanto invalidada por el hecho de que va en defensa de una forma de experiencia que no puede por sí misma mantener, es implícitamente afirmar no la autonomía o finalidad de esa forma de experiencia sino precisamente su debilidad, su incapacidad para justificarla.

(273) Por una inevitable coincidentia oppistorum, la abstracción inicial del proceder científico convierte el análisis del pensamiento como tal al análisis del objeto como tal: el pensamiento llega a significar el objeto abstracto de pensamiento y la lógica se convierte en metafísica.

Hay modos en los que no se puede ayudar pensando, pero eso no prueba que al pensar pensemos la verdad. Por tanto debemos justificarlos metafísicamente: debemos demostrar que lo que hasta aquí hemos llamado lógica o la teoría del pensamiento es realmente metafísica o la (274) teoría de la realidad, y que lo que son leyes del pensamiento son leyes de la realidad.

Todo lo se dice en este sentido es psicología; esto es decir que el estudio del pensamiento es un mero fenómeno, sin el intento de responder a la pregunta si es un pensamiento verdadero o falso, válido o inválido.

(278) La razón por la que el nombre de filosofía es invariablemente aplicado a lo que se llama filosofía científica es que, desde el tiempo de los griegos al siglo XVIII, el principal esfuerzo del pensamiento europeo estaba concentrado sobre el desarrollo y perfección de la ciencia. Durante este periodo la filosofía ha significado la reflexión de la ciencia sobre sí misma. Porque la filosofía de la conciencia cientifica -lógica, metafísica y psicología- es la quintaesencia de esa conciencia, que aquí por primera vez se da cuenta de su naturaleza abstracta, y se rechaza como un estúpido error.

(279) La esencia de este dogmatismo es considerar el generalizar o el abstraer como sinónimos de conocer, lo cual implica la concepción de la realidad última como realidad abstracta.

$8. filosofía como conocimento absoluto

(296) El equilibrio es adquirido no por la contemplación estática de la mente sobre su naturaleza dada y fija -la mente no tiene una naturaleza dada- sino por su autocreación de esta naturaleza en un perpetuo descubrimiento del hecho de que es al mismo tiempo creadora del hecho: la creacióndel hecho es su descubrimiento, que es solo el lado subjetivo indispensable del hecho mismo. La vida del conocimiento absoluto es una consciente auto-creación de la mente, no mero descubrimiento de lo que es, sino creación de sí de lo que es. En el error la mente también se crea; se determina a sí misma de este mnodo, como un conocimiento se determina en eso. Cualquier cosa que la mente haga, no pude escapar de la auto-creación que es la responsabilidad moral. Pero en el error se crea a sí misma una naturaleza que la cancela a sí misma: el error y el mal son el conocimiento de la mente no de lo que hace, creandose a sí misma en una forma mientras que piensa de sí misma en otra. Por tanto no puede decirse que una visión idealista de la mente encuentre ningún lugar para el error y el mal. Por el contrario requiere su continua presencia en la forma de la que, por reflexión consciente, la mente en conocimiento y en deber rechaza.

$9. la mente absoluta

(299) Mi mente es obviamente un producto de la sociedad, e inversamente la sociedad que yo conozco es un producto de mi mente, como pensamiento de acuerdo a sus luces. La mente absoluta une las diferencias de mi mente y la de otra gente, pero no como une el universal abstracto: mejor como el universal concreto de la historia une. La mente absoluta es un todo histórico del que la mía es una parte. La categoría del todo y la parte es falsa, porque la parte en su externalidad respecto a las partes es una reafirmación de la diferencia abstracta. La mente absoluta vive enteramente en cada individual y cada acto d de cada individual, no indiferentemente, como la triangulidad está presente en cada triángulo, sino expresandose en cada invidual de manera única e irrepetible.

(300) Demostrar en detalle esta necesidad de cada individual al todo es precisamente el trabajo de la historia. Es en la naturaleza de el caso de un trabjo permanentemente incompleto. Pero es solo porque crece sobre sí mism y cada nuevo pensamiento es un nuevo hecho individual.

(301) La historia y lo mismo puede decirse de la memoria y la percepción es el triunfo de la mente sobre el tiempo. Es un lugar común en la filosofía que mientras que la sensación es temporal, el pensamiento es eterno y extra-temporal; la sensación aprehende el aquí y ahora, el pensamiento aprehende el en todo lugar y siempre. Todo pensamiento concreto es, en su inmediación, temporal, pero en su mediación extratemporal. La mente en su pensamiento real reconoce a la vez y desafía los límites temporales y espaciales. Los opuestos, tiempo y eternidad, son necesarios el uno al otro. El tiempo de hecho es la abstracción de la externalidad de uno a otra fase del proceso; la ternidad es el opusesto abstracto de la continuidad de este proceso, la identidad del todo y el proceso. Describir la vida del hombre como temporal y finita y la vida de Dios como eterna e infinita es solo un modod de decir que el tiempo no es real en la abstracción, pero resal en relación a su opuesto. En el proceso absoltuo del pensamiento el pasado vive en el presente, no como mera huella o efecto (302) de sí mismo en el organismo psíquico o físico, sino comoe lo bjeto del conocimento histórico de la mente de sí mismo en un eterno presente.

(303) En la imagen de la redención está la trascendencia de Dios. Dios fuera del drama de la redención del pecado del hombre, eso no es un verdadero simbolo de la mente absoluta en su concretud. Pero esto es exactamente donde la verdad de nuestra imagen religiosa brilla con más fuerza. Es Dios aceptando acarrear con el error, tomando la responsabilidad de la caída y redimiendo no a su criatura sino a sí mismo. La mente absoluta si nuestro relato es verdadero no puede nunca ser más profundamente pintada que en ese drama de la caída y la redención del hombre.

$10. etica absoluta

(305) El agente actúa con total responsabilidad como encarnando e identificandose a sí mismo como la mente absoluta, y su acto es por tanto el acto pura de auto-creación. Este acto es idéntico que el auto-conocimiento, y así la distinción abstracta de la voluntad y el intelecto es trascendida.

[VIII. speculum speculi]

(309) Este es el caso igualmente si presentamos nuestro mapa en la forma de un grupo de categorías o conceptos que están supuestos para reaparecer como unidades de pensamiento en la textura de la experiencia; o un grupo de leyes de algún mofo suspendidas bajo él que gobierne su curso; o un grupo de presuposiciones que descansan bajo y al costado de su comienzo, y condicionan, a través de su comienzo todo el (310) desarrollo; o una mundo de objetos en contra de este, luchando el mismo en contra de lo que llega a usar de sus poderes; o una serie de estados a través de los cuales, como a lo largo de una línea de ferrocarril, necesariamente corre. Todas estas afirmaciones de algo otro que la mente absoluta misma son versiones de un error simple: el error de la abstracción, de no darse cuenta de que el sujeto y el objeto, la condición y lo condicionado, la causa y la consecuencia, lo particular y lo universal, pueden solo ser distinciones que caen dentro de uno y mismo todo, y que este todo solo puede ser el hecho infinito que es la mente absoluta. Si eso que cae fuera es su propia ley o la naturaleza, hemos caído en la abstracción que divide lo individual en particular y universal. Si es otro hecho, hemos dividido lo individiual en dos individuos no relativos y por tanto ficticios. Nuestra investigación no solo ha abolido la noción de un mapa del conocimiento distinta del conocimiento mismo; ha abolido también la noción de un mundo externo otro que la mente. No ha abolido la distinción entre sujeto y objeto: al contrario ha abolido nuestro derecho a usar esta distinción mostrando su necesidad en la vida del pensamiento. No está más abolida que nuestra distinción entre verdad y error, bueno y malo, particular y unversal: estas distinciones son solo abolidas por la coincidentia appositorum que es el suicido del pensamiento abstracto y conservado por la síntesis de opuestos que es la vida del pensamiento concreto.

(311) No asumimos que cualquier forma de experiencia pudiera ser aceptada como ya, a groso modo, totalmente libre de error. Conducidos por este principio encontramos que el mundo real estaba implicada, pero no afirmado, por el arte; afirmado pero no considerado, por la religión; considerado pero solo como sujeto a asunciones ficticias en la ciencia; Y en todos estos encontramos un objeto ostensible: la obra de arte, Dios, el mundo material- que era un mundo ficticio pero no real. El mundo real es la mente mismo, como sabemos ahora.

(313) El conocimiento se polariza en abstracto o erróneo o concreto y verdadero. El conocimiento abstracto es lo mismo que el error, porque separando lo que es pensado de ser desde lo que es, se erige en lo que piensa que es un objeto falso contra sí mismo, un mundo externo. Errar y creer en un mundo externo en frente de la mente, son una y la misma cosa. Ahora si el error fuera mero error, la mente afirmaría meramente el mundo externo, y por tanto se negaría a sí mmismo resolviendo el dualismo. Pero todo error contiene un elemento deverdad, y el conflicto entre laverdad y el error aparece como la externalidad del objeto, su otreidad con respecto a la mente. Porque estos dos son realmente uno, todo conocimiento de objetos externos es realmente el conocimento de la mente misma. Pero todo este conocimento, a pesar de lo verdadero que pueda ser, está afectado por el hecho de que está proyectado sobre un mundo exterior: es como el reverso de la cara que vemos en el vaso. Este reverso constituye una falsedad; en la medida que no sabemos que miramos nuestro propio reflejo, no nos vemos a nostoros sino una caricatura nuestra. De aquí nunca podemos resolver la duda (314) de si la naturaleza es nuestra madre o nuestra hija, de si Dios es amor o un tirano.Todo lo externo trae esta ambiguedad.

Ver en un vaso y ver oscuramente es lo mismo. Pero en el conocimiento concreto el cla mente se ve a sí misma cara a cara, y conoce como es conocida. Aquí el objeto es el sujeto, no en el sentido de un qué que es la mera negación de la distinción individual sino en el sentido de que el objeto encuentras su misma vida en el ser conocido por el sujeto, el sujeto al conocer el objeto. La filosofía de este tipo vive en una unidad sobre toda distinción profesional, y el filósofo puede alcanzar bien en gran perfección cuando navega con el barco o cuenta historias al niño que cunado da discursos técnicos a una clase. Pero no es una experiencia intuiva o emocional (315) es la vida misma en su infinito desarrollo autoconsciente, un desarrollo que ve cada detalle como orgánico con el todo.

Pero hacer una distinción entre conocimiento abstracto y concreto es otra abstracción. El conocimiento concreto no es generalmente diferente del conocimiento abstracto, es un conocimiento abstrato librado de su propia abstracteidad por el simple reconocimiento de que es abstracto. De un modo directo la mente nunca puede conocerse a sí misma; solo puede hacerlo a través de la mediación de un mundo externo, sabe eso que ve en el mundo externo es su propia reflexión. Aquí la construicción de mundos externos -obras de arte, religiones, ciencias, estructuras de hechos históricos, códigos de leyes, sistemas de filosofía- es el único camino por el que la mente puede posiblemente llegar al autoconocimiento que es su fin. La ilusión de la objetividad abstracta es esencial a ello: debe ser hecha de buena fe, en la creencia de que es ahora el último descubrimiento de la última verdad, llegando a (316) contactar con una preexistente y absoluta realidad. Pero cuando es hecho, cuando la obra de arte o el sistema de filosofía no es alcanzado, la mente en la medida que este ejercicio le ha puesto en movimiento en vez de morir exhausta, se da cuenta de que no ha explorado un mundo externo sino trazando sus propia estructura en un espejo.

Pero la educación no significa acumulamiento de información; significa ayudar a la mente a crearse a sí misma, a crecer en una activa y vigorosa contribución a la vida del mundo.

Cuando una mente ha llegado a educarse una mente es como un niño recién nacido, no sabiendo nada, sino habiendo adquirido la maestría sobre sus propias debilidades, sus propios deseos, su propis ignorancia.

(317) El sistema destrozado no deriva en la nada sino en la inmediación, en la característica de la mente misma, pasa a ser como si fueran los músculos y huesos de la mente, llega a ser un elemento del punto de vista desde el cual la mente afronta el siguiente problema. Porque la vida de la mente consiste y levantarse y resolver problemas, en arte, religión, ciencia, comercio, política. La solución a estos problemas no deja detrá un sedimentos de cosas averiguadas, que crece y se solidifica mientras que la mente continua. Tal sedimento no es nada sino la externalidad de un pseudoproblema. Cuando el problema es totalmente resuelto el sedimento de la información desaparece y la mente es libre de continuar. La filosofía por tanto no es una clase privilegiada de conocimiento inmune desde esta reabsorción en el ser de la mente: no es nada sino el reconocimiento de que esta reabsorción es necesaria y es en verdad el fin y la corona de todo conocimiento, el autoreconocimiento de la mente en su propio espejo.