martes, 10 de agosto de 2010

La crisis del Tractatus

(Curso de doctorado impartido por C. Moya. Departamento de Metafísica y teoría del conocimiento. Universidad de Valencia. Valencia 1994.

El Tractatus podría entenderse respecto de Schpenhauer y a través de él de Kant, puesto que comparte con él el desprecio que la ciencia podría resolver los problemas fundamentales de la vida humana: actitud de carácter anticientista. Kant intenta trazar un límite entre el conocimiento científico y la razón teórica para aislar la creencia o la fe. W. se propone trazar los límites de lo que se puede decir con sentido para mostrar lo que no se puede decir con sentido, pero en lo que reside el valor de la vida humana: lo místico (valores éticos, estéticos y religiosos). El Tractatus es una investigación sobre las proposiciones con sentido para indicar los límites (6.41, 6.42, 6.52).

El joven Ludwig de McGuiness dice que el Tractatus trata de inducir en el lector una especie de docta ignorancia. Hay diferencias fundamentales entre el Tractatus y el positivismo lógico que piensa que todo lo que no puede resolverse con la ciencia es un pseudo-problema y el único valor es el científico. (Evidentemente ambos se oponen a la metafísica tradicional; W. porque pretende hacer ciencia de aquello que no se puede hacer). En los textos preparativos del Tractatus (Diario filosófico), dice: "Toda mi tarea consiste en clarificar la esencia de la proposición".

Naturaleza y proposición con sentido en el Tractatus

Qué es una proposición se responde con qué entendemos con una proposición (4.024). "Entender una proposición es saber qué acaece si es verdadera". Es decir saber en qué condiciones es verdadera. Saber las condiciones de una proposición no es saber si es verdadera. Pero eso se puede entender una proposición. El sentido de una proposición no es lo mismo que su verdad, puesto que una proposición falsa tiene sentido. El sentido de una proposición es previo a la verdad o falsedad de la proposición. El sentido no es un hecho en el mundo: puede ser que el hecho no se de. Las cuestiones sobre el sentido de la proposición no se pueden obtener con la investigación empírica.

También el sentido es previo a la aseveración o a la negación de la proposición (4.064).

Existe una relación sistemática entre el sentido de la proposición y su negación: tienen sentidos opuestos: las condiciones de verdad de la proposición son las condiciones de falsedad de la proposición negada (4.0621, 4.0641). Si esto es así no podemos comprender el sentido de una proposición (condiciones de verdad) sin entender lo que la haría falsa. Entender una proposición es conocer ese contraste: las condiciones que la hacen verdadera y las que la hacen falsa. Esto es clave porque será una de las razones del abandono de la semántica del Tractatus. La negación no añade nada al sentido sino que lo invierte. Las constantes lógicas no representan nada ni añaden nada al sentido; al fin y al cabo las proposiciones no tienen referentes u objetos comp para Fregue el referente de la proposición era la verdad o falsedad.

El sentido de la proposición enuncia el estado de cosas que de existir constituyen la condición de verdad de la proposición (excluyendo los otros estados de cosas que la harían falsa). [Sacheverhalt- estado de cosas posible. Tatsache- estado de cosas de hecho]. Si el estado de cosas es además un hecho es verdadera.

(4.023) Realidad no en sentido de mundo empírico. -No sólo los existentes sino todos los estados de cosas posibles. (4.031, 2.06). (4.2) Hecho atómico- estado de cosas posible. Tatsache es la existencia de un estado de cosas.

Porque la proposición se mueve en las posibilidades que la harían o no falsa está remitiendo al espacio lógico. Presupone un conjunto de estados de cosas que podrían darse de hecho. Al fijar una posibilidad y excluir otras (ámbitos de no contradicción). Toda proposición presupone un espacio lógico.

(3.4) La proposición determina un lugar en el espacio lógico. (3.42) La proposición atraviesa todo el espacio lógico. Todo espacio lógico está dado.

Al determinar un estado de cosas la proposición está en disposicón de ser comparada con los hechos. Si acaece en el mundo la proposición es verdadera. Si no, es falsa. Es esencial a la proposición la posibilidad de ser verdadera o falsa. (Las tautologías no tienen sentido porque no fijan un estado de cosas y excluyen por ello el resto).

Si para haber una afirmación necesito la negación estamos señalando una condición universal de la negación: no existe un lenguaje con sentido sin la negación.

Hemos de entender una proposición en el trasfondo de sus posibilidades. Una vez establecido el sentido es esencial a la proposición pasar a su verficación como verdadera o falsa. (Sólo con el sentido no podemos saber si es verdadera o falsa).

Para que la proposicón pueda presentar la articulación necesita estar articulada internamente. (No se puede presentar con un solo signo, sino con varios y articulados). (4.02).

La teoría conocida como pictórica de la proposicón de W. viene a ser una especia de compendio o resumen de lo hasta aquí señalado. Desde el punto de vista histórico fue descubierta después de haber fijado este conjunto de tesis. Compara las proposiciones con pintura resume lo dicho. En Wittgenstein, A. Kenny señala que la teoría de la pintura puede entenderse como una teoría general de la representación.

En el Tractatus W. empieza a hablar de figuras o pinturas en (2.1). Todo concluye en (3). La figura lógica de los hechos es el pensamiento (el signo proposicional con una estructura interna de carácter mental. En (4) el pensamiento es la proposición con sentido. La proposición es una figura lógica de los hechos.

Distinguir entre proposición y signo proposicional. La proposición es el pensamiento y (4.01) la proposición es una figura de la realidad.

Una expresión del lenguaje y una forma icónica tienen en común que tienen la misma forma lógica, el pensamiento es el mismo. Presentan lo mismo bajo formas distintas (2.18). Cada figura debe tener en común con la realidad su forma lógica, esto es, la forma de la realidad. (2.181, 2.182). La proposición no es espacial pero es una figura de la realidad.

A veces dice W. que que las proposiciones (signos) no parecen pintura pero en realidad lo son. La apariencia externa de la figura no es importante sino el que de hecho representa estados de cosas.

(3.14) El signo proposicional es un hecho, y la figura en general también lo es. (2.141). Sus elementos están combinados de un modo determinado. No nos detenemos en la materialidad de los signos pero de hecho son hechos. ¿Cómo adquieren la capacidad de representar la realidad, cómo adquieren las propiedades semánticas? Si tienen una propiedad semántica no es por sí mismos. Lo que hace que un signo represente es nuestra actividad pensante que interpreta los hechos. El resultado de esa interpretación es la proposición (Gedanke) que piensa el pensamiento (Denke). (3.11) El signo como proyección del pensar. La relación del lenguaje con el mundo depende de la actividad pensante; es una "condición del sentido" que no puede a su vez decirse sino mostrarse.

No podemos describirla (a la actividad) porque está presupuesta en toda proposición. Con proposiciones sólo podemos mostrar la actividad pensante, no decirla porque al decirla la presupone. (El yo pensado no piensa). El sujeto no pertenece al mundo, sino que es un límite del mundo.

Podemos comprender ahora lo que entendía W. por una proposición sobre el estado de cosas. Las proposiciones lógicas no tienen realmente sentido proque o son siempre verdaderas (tautología) o necesariamente falsas (contradicciones). Llueve o no llueve no dice nada sobre el tiempo porque no puede ser falsa.

Porque todos los hechos son compatibles con su verdad. Deja abierta todas las posibilidades. No fija las condiciones para saber si es verdadera o falsa. Una tautología no divide el espacio lógico sino que lo abre enteramente, y la contradicción las cierra todas. Todas las condiciones son verdaderas (incondicionalmente verdadera) o incondicionalmente falsa. No establecen contrastes. Son los casos límite. No tienen sentido pero W. no dice que sean absurdos (no tienen sentido, pero no son un sin-sentido). Desempeñan un papel: muestran cuándo una proposición debe tener sentido al violar las condiciones, (4.461, 4.4611) pertenecen a los límites últimos entre los que se mueven las proposiciones genuinas.

(4.024) Se entiende la proposición cuando se entienden sus partes constitutivas. Aparece la distinción entre proposiciones compuestas y atómicas.

Las condiciones de verdad de una proposición compuesta está determinada por las proposiciones que la componen y el sentido puede representarse mediante una tabla de verdad. En algún momento deberemos llegar a un punto que no necesitamos dividirla, porque de otro modo no habría proposición con sentido. Son las proposiciones elementales. (5) una proposición elemental debe mostrar su sentido sin depender del sentido de otras proposiciones.

De una proposición elemental no se puede deducir el sentido de otra proposición elemental. Porque la relación de dependencia lógica es necesaria. Las p.e. han de ser independientes entre sí. De "el perro está en el jardín" se deduce "el perro está en alguna parte", y de su dependencia lógica, no se entiende la primera sin entender la segunda, la primera depende de la segunda. Si p implica q, no se puede entender p sin entender q. Si de p se deduce q, el sentido de p depende del sentido de q. Pero las p.e. deben ser lógicemente independientes, y por tanto p no es p.e.

(5.121) Las p.e. son funciones veritativas de sí mismas. Pintan estados de cosas independientemente de otras.

La p.e. desempeña un papel fundamental en el Tractatua (5.134). De ninguna manera de un estado de cosas puede inferirse otro estado de cosas. El producto lógico de cualquiera de las p.e. es siempre posible sin caer en contradicción (ni necesariamente verdadera ni necesariamente falsa).

Para entender (4.024) las proposiciones elementales hay que entender su composición: los elementos que la componen. Pero esos elementos no pueden ser proposiciones. En el análisis del lenguaje hemos de llegar a un punto en que aparecen una p.e. que pintan estados de cosas independientemente unas de otras.

Los signos de carácter no proposicional que componene una p.e. no pintan un estado de cosas sino que nombra un objeto sin describirlo. La articulación de estos elementos permite concebir un estado de cosas sin precisar el sentido de otras proposiciones distintas.

Los signos no proposicionales no pueden tener valor descriptivo alguno. Los nombres del Tractatus no pueden ser como "el lucero de la mañana" porque para entender ese nombre hay que entender otras proposiciones ("el lucero de la mañana es el cuerpo celeste más brillante inmediatamente antes de la salida del sol"). "El lucero de la mañana" es un nombre aspectual de un objeto, del que caben muchos nombres. Si el significado del nombre agotara todo el significado del objeto la frase "el lucero de la mañana es el lucero vespertino" no sería una ganancia de conocimiento. Los nombres no pueden ser de este tipo si esas proposiciones elementales han de poder entenderse independientemente de otras proposiciones.

La carencia de contenido descriptivo se debe a que si lo tuviera sería necesario entender otras proposiciones para entender esa expresión designativa. No habría p.e. Toda proposición tendría sentido dependientemente y por tanto el sentido quedaría indeterminado.

Si ha de haber p.e. sus elementos deben carecer de todo contenido descriptivo: su significado exclusivo es el objeto denotado. En el análisis del lenguaje llegaremos a estos signos cuyo significado es el objeto que denota (3.202, 3.203). El objeto es su significado. (3.26). (3.23).

Los objetos denotados deben carecer absolutamente de composición, porque si fueran compuestos en algún sentido, entonces sería imposible acceder a ellos in presuponer el significado de otras proposiciones que describen esas otras partes del objeto. La composición de "esta mesa" -la mesa tiene partes- impide que pueda saber lo que la expresión "esta mesa" designa sin presuponer otras proposiciones. La referencia a cualquier compuesto presupone la comprensión de proposiciones , presupone el dominio de otras zonas del lenguaje. Si todos los nobres expresaran objetos compuestos, no habría proposciones elementales y por tanto no habría proposiciones con sentido.

La ontología del Tractatus viene dada por y a causa de la evidencia de que hay sentido en el lenguaje ordinario. Han de haber objetos simples puesto que el lenguaje tiene sentido.

Los nombres propios no son nombres simples, ni los nombres comunes, porque de ellos dependen otras proposiciones. Puesto que el lenguaje ordinario tiene sentido en algún lugar del lenguaje debe haber signos absolutamente simples y en la realidad objetos absolutamente simples. (W. no pretende sustituir el lenguje ordinario por otro lenguaje -tal como lo interpreta Russell en el prólogo-, sino analizar el lenguaje hablado ya dado). Los objetos denotados por los nombres simples deben existir porque si en algún momento dejaran de existir, puesto que son los componentes últimos, esos nombres carecerían de significado. Sólo si los objetos son simples, son indestructibles, se garantiza el significado de los nombres y, con él, el sentido de las proposiciones. Esos objetos son la sustancia del mundo (2.024, 2.027, 2.0272).

(4.22) La articulación de los nombres es la p.e. Entender un nombre es saber el objeto denotado por él. Esta relación signo-objeto es el contacto del lenguaje con la realidad; lo que permite que las proposiciones tengan un capacidad semántica, que representen un estado de cosas.

Cada nombre significa un objeto distinto; y la articulación de los nombres en la proposición corresponde a la articulación de los objetos en el estado de cosas. La p.e. afirma un estado de cosas. Entendemos el sentido sin la necesidad de entender otras proposiciones.

Saber qué objeto denota un signo supone conocer la naturaleza de ese objeto -su esencia-, esto es, sus propiedades internas que están determinadas por las posibilidades que el objeto tiene de combinarse en estados de cosas (2.0123, 2.01231). La esencia de los objetos determina qué estados de cosas son posibles -el ámbito de las posibilidades, esto es, el espacio lógico, lo que puede darse. Esos estados de cosas no son hechos sino que los hechos constituyen los estados de cosas que existen y no son lo que dan sentido sino lo que hace a las proposiones verdaderas o falsas.

Si las p.e. son independientes entre sí, los estados de cosas son independientes unos de otros. De la existencia de uno no se sacan consecuencias para la existencia de otro. El munco como totalidad es un conjunto de hechos relacionados de modo externo (humanismo del primer W.).

En el Tractatus W. no se ocupa de ciertos problemas de tipo epistemológico que plantean el sentido de la proposción. Enigma es la naturaleza de un objeto simple y cómo lo llegamos a conocer. No podemos determinar si los objetos simples debemos interpretarlos materialmente o son objetos fenoménicos. Tampoco se nos dice si los objetos simples incluyen cosas particulares o incluyen propiedades también (si el rojo es un objeto simple). La mayoría lo interpreta nominalísticamente (el Tractatus no habla de propiedades, sino sólo de nombres particulares), aunque también hay intérpretes que defienden la presencia de universales (propiedades) entre los objetos simples. El Tractatus no nos da pié para pensar alguna de las interpretaciones. En los diarios filosóficos se sugiere que las propiedades también son objetos. W. mismo anduvo debatiéndose con esta cuestión y una vacilación. Es más comprensible la idea de una p.e. si se admite la ontología platónica (que las propiedades unversales forman parte de los objetos).

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