miércoles, 4 de agosto de 2010

EL PELIGRO DE SER IDEALISTA EN POLÍTICA

La izquierda intelectual estadounidense concibe la igualdad como una consecuencia de la movilidad, del flujo de empleo y de capital. En el mundo occidental no es viable ningún sistema de rangos gremiales o en razón de la sangre que sea independiente de la posición laboral, o, si lo hay, no es relevante. Esta idea de igualdad, escandalosa en europa, entiende el poder como algo volátil y revocable. Por eso lo que para nosotros es una aspiración utópica, para ellos es una cuestión de hecho: la igualdad exige menos razones que la desigualdad, y como las razones de una visión específica de un orden social escasean nos hace igualitarios por omisión o falta. Una sistema fluido de empleos e inversión no es compatible con una estructura basada en un principio de castas. La amplificación a escala mundial de la oikia griega, de la economía doméstica, permite una configuración contractual del espacio público. La izquierda como partido nunca podrá prosperar en América porque la esfera de lo social ha sustituido la rígida frontera entre lo privado y lo público: lo privado entra dentro del interés de lo público y lo público está en función de lo privado.

Un espacio de extensión universal de la administración doméstica dota al individuo libertad de movimiento y de circulación sin exigirle nada a cambio salvo conformidad. Existe en el imaginario de la izquierda europea la tendencia a poner en su punto de mira la inviabilidad de este proyecto. La manera de percibir el abismo entre la racionalidad instrumental y el individualismo moral es propugnar la necesidad de un bien substantivo, un ideal de vida, que haga del conflicto de intereses de la sociedad civil, una sociedad fundamentada en una sólida conciencia de un bien común. Los que se han autodenominado teóricos socialistas hacen oscilar sus críticas a la sociedad liberal según sus conveniencias sin dar cuenta de la diferencia entre nivel el nivel real y el nivel político. Esa confusión les permite defender que de las incongruencias de una teoría, que nunca debiéramos haber defendido, surge una sociedad fragmentada e inhumana. De esta forma el argumento antiliberal se permite a sí mismo ser contradictorio en la defensa de la misma idea. Se critica al liberalismo por fundarse teóricamente en el individuo atómico pre-existente a la sociedad (siendo el hombre un ser constitutivamente social), y al mismo tiempo se le acusa de ser descriptivamente correcto (vivimos en un mundo egoísta e individualista). Es como si se nos dijera que nuestras vidas son malas porque se sustentan en una teoría que no describe correctamente nuestras vidas (infelices). Si no se establece una diferencia entre el plano fáctico y el moral se puede acusar al liberalismo de que no es capaz de ver los lazos sociales que unen a los hombres inadvertidamente y a la vez culparlo de que los ha eliminado. Pero todavía es peor es entender "lo social" como una clave que purifica y corrige cualquier teoría política. Del hecho ontológico de que el hombre es un ser social, se ha mitificado el orden comunitario aunque resulta obvio que, ni siquiera en el plano moral, algo sea bueno por ser común. Su doctrina de salvación garantiza la solución al conflicto permanente entre interés privado y bien público, que ellos mismos se han preocupado de establecer. Su indescriptible y utópica "comunidad" contemplada en el orden teórico quiere ser una alternativa a la sociedad: se ven a sí mismos como los poseedores de una teoría que quiere ser práctica pero que los males producidos por el pensamiento liberal impide. Cuando han terminado de hacer sus críticas a la sociedad liberal y de diagnosticar los peligros de Occidente vuelven a reponerse a sí mismos, incomprendidos, al abrigo de instituciones a las que heroicamente se oponen. Es entonces cuando entienden con claridad la diferencia entre la moral y los hechos.

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