viernes, 2 de julio de 2010

TRADUCCIÓN Y SIGNIFICACIÓN Análisis de Palabra y Objeto de W. V. O. Quine

El verdadero enigma del lenguaje consiste en que nunca podremos lograr un movimiento en el que el sujeto pensante se distancie de su realización inconsciente y de sí mismo. El pensamiento sobre el lenguaje siempre queda involucrado en el lenguaje mismo. Sólo podemos pensar dentro del lenguaje, y esta inserción de nuestro pensamiento en el lenguaje es el enigma más profundo que el lenguaje propone al pensamiento.

H. G. Gadamer, Hombre y lenguaje (1965).

Hierro dice en su obra Principios de Filosofía del lenguaje que Palabra y Objeto (1960) ha sido una de las obras más relevantes de los últimos treinta años en filosofía del lenguaje[1]. Habría que decir que dentro de esta gran obra el segundo capítulo, Traducción y Significación, constituye en buena parte un punto nuclear del planteamiento de toda la obra y del pensamiento de Quine. Y esto por varios motivos: primero porque uno de las grandes aportaciones de Quine a la Filosofía del lenguaje y a la metodología de las ciencias ha sido la discusión acerca del carácter relativo de la distinción radical entre los juicio sintéticos y los juicios analíticos. En Dos dogmas del empirismo (1951), Quine denuncia esa separación entre juicios en discusión con Carnap. El aspecto central de la discusión será la adecuada comprensión de la analiticidad que Carnap siempre ha presupuesto sin aclarar. El estudio del significado de analiticidad es en Quine un tema tan recurrente como lo es la necesidad de deshacerse del segundo dogma del empirismo. En esa misma medida la noción de sinonimia viene emparejada con la de analiticidad, y por ello en este segundo capítulo la cuestión de la traducción a través de la sinonimia adquiere un relieve en consonancia con aquel artículo que cambió la orientación de la investigaciones en filosofía del lenguaje. Por otra parte las consecuencias derivadas del planteamiento de Quine en este capítulo han supuesto un evidente progreso para la lingüística y para la investigación semántica por haber relacionado con la estructura del lenguaje los falsos ideales de univocidad de los signos y los símbolos, y haber negado una determinación fijista del significado o un mentalismo extrínseco a los actos de habla.

Desde esta perspectiva en la que más tarde tendremos ocasión de detenernos, entramos en el análisis de las tesis expuestas por Quine en Traducción y Significación.

El propósito enunciado por Quine consistiría en indagar la naturaleza del lenguaje con el fin de discriminar que parte de éste recibe sentido desde la estimulación empírica y qué parte prescinde incondicionalmente de la estimulación, que parte queda abandonada al "esquema mental de cada cual"[2], dice Quine. Detrás de esta disquisición se encuentra como puede verse la cuestión de la analiticidad. Se trata de determinar qué función tiene en la adscripción semántica de los significados tanto la estimulación empírica, juicios sintéticos, como las leyes de constitución lógicas que hacen de una proposición una verdad independiente de la experiencia, una verdad analítica o tautología. El criterio que se va a utilizar no dista mucho del pragmatismo-conductista. Hay un hecho significativo y verificable en la conducta lingüística de dos individuos que, recibiendo estímulos idénticos y expresando usos lingüísticos idénticos, pueden diferir en la significación. El valor semántico de una proposición no queda exactamente explícito desde el punto de vista conductista. Del mismo modo pueden hacerse infinidad de manuales de traducción de una lengua a otro compatibles con la traducción que ofrecen, pero incompatibles entre sí. Hay una especie de ambigüedad observada en los correlatos entre significaciones de manera que se establece una indeterminación en la adscripción de cada significante con un delimitado significado.

Para mostrar esto Quine toma el ejemplo de la traducción radical entre lenguas sin ningún parentesco pasado ni cultural, en las que lo único en común entre el lingüista y el nativo es la pura ostensión visible. Las únicas armas del lingüista serán la intuición ante el comportamiento del indígena. Quine está apelando con esta hipótesis en que al principio sólo es apropiada la ostensión, a un criterio de estudio del lenguaje que no pueda estar mediatizado por lo que ha llamado esquema conceptual de cada cual. La investigación estaría marcada gracias a la hipótesis de la traducción radical por una universalidad extensiva a cualquier situación. Entre el científico y el informador no hay nada en común que pudiera menguar esa universalidad. Las palabras proferidas por el nativo no pueden tener ninguna connotación para el lingüista: son puros significantes vacíos de significado. Su labor será justamente determinar el significado de las palabras extranjeras teniendo en cuenta que para ello sólo dispone de su propio lenguaje. Por ello la noción de sinonimia en relación al concepto de analiticidad (identificación entre dos significantes) va a ser el estudio central del ensayo.

El carácter móvil de toda estimulación puede solucionarse delimitando por conveniencia un módulo de irradiación que establezca unos unmbrales de validez. El observador del comportamiento del indígena se moverá en estos parámetros y sólo la observación comportamentística del informador podrá aportar el dato deseado, la significación de los términos extranjeros. Por ello Quine define como significación estimulativa lo que la sentencia tiene en común con su traducción que provoca el asentimiento o un disentimiento al indígena ante un estímulo observable por los dos. Así la significación estimulativa será afirmativa si provoca el asentimiento y negativa si provoca el disentimiento. Ambos tipos de significación se excluyen, a no ser que el nativo no sea un interlocutor válido, esto es adulto y con uso de la razón, pero no se determinan entre sí. Siempre cabe la indiferencia entre ellas. La significación estimulativa acaba teniendo ese carácter universal-científico que antes se ha descrito: es de suponer que toda significación estimulativa es repetible: "No puede concebirse la estimulación como un acaecimiento particular"[3], dice Quine.

Otra distinción va a ser de gran importancia entre sentencias ocasionales y sentencias fijas. Sentencia ocasional es aquella que impone asentimiento o discrepancia exclusivamente si se pregunta después de una estimulación adecuada. A su vez, la sentencia fija no necesita estimulación actual para dar el asentimiento. Es la diferencia por ejemplo entre una sentencia preguntando por ¿Gavagai? al ver pasar un conejo, y la pregunta por ¿Han traído el correo?, en la que no es necesaria una estimulación actual. En el caso de que el lingüista haya averiguado el significado de Gavagai, parece que ha quedado resuelto en las sentencias ocasionales la identidad significativa de los sinónimos. Pero hay casos en que la significación estimulativa tiene una adicional información que es desconocida por el observador. Son casos en que "la mismidad de significación estimulativa es una relación demasiado estrecha para pensar que vaya a darse entre una sentencia ocasional indígena y su traducción"[4]. La presencia de una información intrusiva en el pasado del informador que desconoce el traductor lleva a afirmar a Quine que el en el fondo éste no tiene nunca la seguridad de una identidad una significación estimulativa sino que siempre hace hipótesis por aproximación de las significaciones. El científico tiende a suponer que las significaciones coinciden en grado predominante y el resto es despreciable. A su vez cree que las discrepancias que se produzcan por causa de información intrusiva podrán solucionarse cuando haya avanzado más en el conocimiento de la lengua. Por ejemplo si resulta que Gavagai no era el nombre de conejo, sino de la mosca que siempre acompaña al conejo sólo perceptible por el indígena, es de suponer que la mismidad postulada por el lingüista será sacada a la luz en la evolución de su aprendizaje.

Pero hay un caso en que las sentencias observacionales son menos sensibles a la información intrusiva. Es el caso de "Rojo", por ejemplo, en que la significación se acerca mucho a lo que entendemos por sinonimia. Cuando las sentencias ocasionales no varían por la fuerza de información intrusiva, cuando esta parece imposible que modifique la significación, estamos ante una sentencia observacional, que clasificamos dentro de las sentencias ocasionales. Si miramos el caso de "soltero" es evidente que la sentencia es demasiado sensible a información intrusiva, información que posee el informador y que nosotros desconocemos, de modo que no podemos postular por ahora que su significación se reduce a la significación estimulativa. El ideal sería que toda significación coincidiese con la significación estimulativa, que todo fueran sentencias observacionales, pero la gran mayoría de sentencias dependen de información desconocida pero que se añade a la estimulación. La observacionalidad se constituye entonces en el rasgo de universalidad en el sentido de intersubjetividad, de "constancia de significación de un hablante a otro"[5]. La noción de observacionalidad se convierte en criterio de socialización, puesto que la significación no depende de la individualidad del observador sino que es tomada igual en toda una comunidad, puesto que la ostensión directa otorga con escasa variación la significación de la sentencia. Si la sentencia es poco observacional el investigador quedará bloqueado en sus primeros pasos, puesto que la significación variará según sea el interlocutor.

Ahora bien si nos circunscribimos a un sólo hablante podríamos hacer coincidir las sentencias poco observacionales con las propiamente observacionales. La sinonimia estimulativa o mismidad de significación estimulativa que había quedado registrada en "Rojo", por ejemplo, puede ser un criterio de sinonimia igualmente eficaz tanto en sentencias observacionales como en las poco observacionales. En el caso de "Soltero-hombre sin casar" podemos aceptar la sinonimia despreocupándonos de la información intrusiva, puesto que estamos ateniéndonos sólo a un hablante. Hierro ha relacionado brillantemente esta reducción a un sólo hablante para la identificación de las sentencias ocasionales con independencia de las informaciones adicionales con el concepto de analiticidad: "Es claro que la sinonimia interna al idiolecto de un hablante es relevante para el concepto de analiticidad, ya que es una sinonimia que, como en las expresiones "Soltero" y "Varón que no está casado", se basa no en que en ambas expresiones tengan el mismo significado, sino simplemente en el hecho de que la información adicional que posee el hablante tiene como consecuencia que ambas expresiones tengan para él el mismo significado estimulativo"[6].

Quine hace mención de un procedimiento distinto al de la observación del comportamiento del indígena para conseguir la traducción radical que consistiría en aprender como un niño la lengua nativa. La traducción de sentencias no observacionales se produciría entonces por sinonimia introspectiva. Pero no parece haber ninguna diferencia con la observación de sentencias no observacionales en la conducta del indígena, lo que podemos llamar sinonimia estimulativa intrasubjetiva. Del mismo modo Hierro sentencia que nadie puede aprender un lenguaje distinto al materno como la primera vez. Estaría del mismo modo que intrasubjetivamente en el indígena codificando las sinonimias introspectivamente. Las significaciones estimulativas funcionan igualmente en ambos casos y por supuesto mucho mejor que entre sujetos en los que hay necesariamente un pasado diverso. Entonces ahora debemos extender esa sinonimia intrasubjetiva a la mayoría de hablantes de modo que las sentencias no observacionales puedan adquirir el rango de aceptadas en una comunidad de igual modo que la tenían las sentencias observacionales. Quine habla de la búsqueda de una "constancia virtual para toda la comunidad"[7] que se de en la mayoría de hablantes. "Soltero" y "Hombre sin casar" serían satisfacibles como sinonimia estimulativa en toda la comunidad, mientras que, sin embargo, "moneda de una efigie" y "moneda de una peseta" sólo sería una sinonimia estimulativa para el experto pero no para la mayoría de la comunidad.

Partiendo de un caso simple como es el de la sinonimia estimulativa de "conejo" y "gavagai", el lingüista está suponiendo que son sinónimos absolutamente, de manera que la significación de "gavagai" es suficientemente parecida con nuestro "conejo" para llegar a una identificación de términos, de modo que pudiéramos escribir conejo=gavagai. Quine ve aquí una suposición que no refleja la realidad. Porque por medio de la ostensión directa, y recordemos que no tenemos otro métodos, la sentencia estimulativa no permite discernir si el objeto al que se hace referencia es abstracto o concreto, es un término singular o general, si se hará referencia a un elemento del conejo a un estadio de conejos. Todas estas especificaciones son independientes de la significación estimulativa. Y por tanto todo lo que esté fuera de la significación estimulativa no puede aclararse por ostensión directa. Propiamente lo que no es posible por ostensión directa que establece la significación estimulativa, no es posible de ningún modo. La conclusión es bastante obvia: Las sentencias ocasionales y la significación estimulativa son "moneda universales", dice Quine, mientras que los términos y la referencia son locales, dependientes de nuestro esquema conceptual, y por tanto pueden diferir de uno a otro hablante. A pesar de esto podemos hacer lo mismo con la sinonimia intrasubjetiva y proponer una identificación de términos (significante = significante), independientemente de su referencia. Entonces serán "social y estimulativamente sinónimos, los términos que resultan estimulativamente sinónimos en casi todos los hablantes singulares casi sin excepción"[8] Habíamos partido de la identificación para la sinonimia estimulativa entre sentencias observacionales y no observacionales en un sólo hablante, y luego lo habíamos extendido a casi todos los hablantes en particular. Ante la dificultad de hacer de la sinonimia estimulativa la identidad términos, se ha prescindido de la clase de objetos a que se refieren los términos y hemos acordado la identidad de términos, resguardando la clasificación de los términos y la determinación de su referencia al esquema conceptual de cada hablante. El dato relevante que interesa resaltar aquí es que la extensión a casi todos los hablantes en particular se ha hecho atendiendo a una "constancia virtual". Las sentencias ocasionales y la significación estimulativa nos ha permitido enlazar las dos lenguas hasta la identificación de términos, son "moneda universal"; pero hay que tener en cuenta que esas significaciones estimulativas que hemos extendido a toda la comunidad pueden variar en cada individuo[9]. La razón es clara. La sinonimia estimulativa no puede considerarse en rigor sinonimia tal como es intuida normalmente y ni siquiera como términos coextensivos, ya que la significación estimulativa es dependiente de una variación aleatoria entre los hablantes. Si hemos extendido a toda la comunidad la sinonimia de términos no se debe entender por ello que cada término posee una univocidad en el significado del que participan los hablantes y, en su caso, las dos lenguas correlativas. La correlación entre términos sinónimos no implica la participación en un significado delimitado. A esto debemos referirnos posteriormente; antes hay que indagar la traducción de las conectivas lógicas.

Los criterios semánticos de traducción de las conectivas lógicas se basarán en el modelo de la significación estimulativa de las sentencias. En este caso será preciso poner unas condiciones que den la seguridad de la traducción puesto que cabe es bien sabido que las conectivas lógicas no tienen en castellano una delimitación significativa unívoca; por ejemplo en el caso de la doble negación "no hay nada", no se está haciendo una afirmación de que hay algo sino reforzando la negación. Un modo dogmático de traducción que estipulara unívocamente la traducción de las conectivas haría decir estupideces a los indígenas o se le aplicarían nuestras formas lógicas de conexión. Ante el problema de la evidente ambigüedad significativa que las conectivas pueden tener Quine postula una máxima de la traducción que rezaría así: el lingüista debe sospechar de las afirmaciones que a primera vista pueden ser falsas porque pueden ocultar diferencias del lenguaje extranjero. Las partículas conectivas por tanto deben aprenderse a través de contextos sentenciales ya que no poseemos otra forma de adivinar esa diferencia del lenguaje desconocida. Pero en relación a las sentencias categóricas (A, E, I, O) ya ha quedado descrito que la cuantificación no está unívocamente determinada por significaciones estimulativas. Las conectivas veritativo-funcionales son por tanto las únicas cuyo reconocimiento en lenguaje extranjero podemos acceder a través de observaciones comportamentísticas.

Aclarado hasta aquí Quine llega al corazón del trabajo: relacionar las sinonimia con la analiticidad. En el caso de la sinonimia entre sentencias ocasionales, la noción de sinonimia considerada se realiza tal como ha quedado descrito en el caso de la sinonimia estimulativa intrasubjetiva. En el caso de que las sentencias sean fijas (Han traído el correo) en cuanto que el asentimiento o la discrepancia es variable, osea, depende en verdad de una estimulación aún permanente, la sinonimia estimulativa seguirá dando igual resultado. Quine está acercando la sinonimia estimulativa a la sinonimia propiamente considerada. Es la misma estrategia que ha efectuado con las sentencias no observacionales: intentar que la significación estimulativa coincida con la significación de una sentencia que, en la versión intuitiva, permanece común a la sentencia y a su traducción. La noción de sinonimia entonces viene a acercarse a la noción de verdad analítica, en la que hay una identificación entre los dos componentes de la predicación. Verdad analítica sería aquella verdad que es independiente de la información lateral. La cláusula que establece las condiciones de la sinonimia estimulativa entre dos sentencias F y G (Los términos F y G son estimulativamente sinónimos para un hablante H en un tiempo t si y sólo si F y G tienen, en cuanto sentencias ocasionales, el mismo significado estimulativo para H en t, y H está dispuesto en t a asentir a la cláusula "todo F es G y viceversa") podemos considerarla como oración estimulativamente analítica. Y se repite de nuevo la estrategia. La noción de sentencia estimulativamente analítica está restringida a un sólo hablante de manera que la información lateral no sea variable; pero podemos llamar social y estimulativamente analíticas a todas las sentencias que sean estimulativamente analíticas para casi todos los hablantes de una comunidad[10]. La importancia de la sinonimia estimulativa es que esos términos que hemos dicho sinónimos son de hecho coextensivos, responden a las mismas estimulaciones. Pero eso no puede implicar la mismidad de significados. Quine introduce una noción relativa de analiticidad que, a mi entender, es la gran aportación de traducción y significación. Relativizar la noción intuitiva de la sinonimia es relativizar la clásica noción de verdad analítica, uno de los dogmas del empirismo. La reacción a negaciones de sentencias sentidas como analíticas, dice Quine, tienen bastante parecido con la reacción ante sentencias extranjeras que no entendemos. Apelar a una analiticidad pura para formular la dicotomía entre juicios sintéticos informadores y analíticos verdaderos sería un error. La noción de verdad analítica como verdad independiente de la experiencia, "ocurra lo que ocurra", debe transformarse. Lo importante de una verdad analítica es su reconocimiento.

Haciendo un recuento de lo que parece habérsenos mostrado como traducible se podría decir: Las sentencias observacionales son traducibles, las funciones veritativas son traducibles, las sentencias estimulativamente analíticas son reconocibles como tales. Es posible por otro lado resolver cuestiones de sinonimia estimulativa intrasubjetiva para sentencias ocasionales indígenas. El lingüista debe ahora desarrollar hipotéticamente unas tablas de igualdad entre las sentencias indígenas y las castellanas. A esta tabla la llama Quine Hipótesis analíticas. La forma de igualdades que una por una va poniendo el observador no es un método ilícito porque se trata sólo de un medio para conseguir un fin, que es propiamente la traducción. Es posible configurar, como se ha dicho al principio, distintos sistemas de hipótesis incompatibles entre sí, pero compatibles con la conducta del indígena. Por ejemplo "Gavagai" puede traducirse en una hipótesis por conejo y en otra como manada de conejos. Como se ha dicho no hay ningún tipo de prueba dentro de la significación estimulativa que haga más correcta a una traducción que a otra. Lo cual implica obviamente que no puede pretenderse que la hipótesis analítica sea más que un medio: equiparar las lenguas no es, ni puede serlo, una equiparación de significados. La identidad de significado es una quimera, pero esta relatividad no puede, a mi entender, significar un escepticismo extremo. Las lenguas son traducibles. Pero la operación de traducción no es una sustitución simple términos desde un campo neutral. "Proyectar esas hipótesis más allá de las sentencias independientemente traducibles es en la práctica imputar inverificablemente a la mente indígena nuestro sentido de la analogía lingüística"[11]. Toda lengua es traducible pero esa operación es posible por la intraducibilidad total de la lengua objeto. Es traducible por ser intraducible. La traducción no es la aplicación de significados unívocos a etiquetas significantes, lo cual implica la estrecha cercanía del significante con el significado hasta su confusión. Ese es el sentido de la leyenda que inicia este trabajo. Y creo que es muy parecido a las palabras con que Quine abre el prólogo: "El lenguaje es un arte social. Para asimilarlo no disponemos de más medios que unos indicios sugestivos, intersubjetivamente disponibles, que indican qué puede decirse y en qué circunstancia. Por eso la comparación de significaciones lingüísticas no tiene justificación alguna, salvo cuando se hace entendiéndolas como disposiciones humanas a responder abiertamente a estímulos sociales observables"[12].

Quizá la sección más sugestiva sea la última del capítulo, Impercepción de la indeterminación, en la que Quine da cuenta de las causas de que siempre se pase por delante de la indeterminación del significado que ha quedado mostrada en el fenómeno de la traducción radical. "Lo importante no es que no podamos estar seguros de que una hipótesis analítica es desacertada sino que ni siquiera hay una materia objetiva respecto de la cual la hipótesis pudiera ser acertada o desacertada"[13]. Siete son las causas que impiden que esta situación no se perciba. De las siete creo que vale la pena resaltar la cuarta que, por otro lado, es la que Quine subraya como más importante. Se trata de la sensación general que se tiene de que un hablante bilingüe lo que haría al traducir es correlacionar unívocamente términos en torno a un significado de las sentencias, como si existiera una idea independiente del lenguaje. Todo el capítulo es una refutación de esta idea. Quine señala una mucho más simple: otro hablante bilingüe tendría una correlación incompatible con el primero, lo cual implica la indeterminación de las sentencias respecto a su significado.

Las hipótesis analíticas son en cualquier caso indispensables. Del mismo modo que no podemos hablar de verdad más que dentro de una teoría, no posemos hablar de sinonimia más que dentro de una hipótesis analítica, aún admitiendo que dos hipótesis pueden ser incompatibles entre sí. La facilidad que se da en la traducción más que en la univocidad de significados se basa en la familiaridad cultural y el acercamiento histórico de unos pueblos. Pero el caso de la traducción radical nos ha demostrado ampliamente que las lenguas no son no son diversas encarnaciones de un campo neutral intercultural. La facilidad que puede producirse en lenguajes emparentados no es más que variantes de un mismo "verbalismo intracultural". Lo que podemos decir de universal entre las diferentes lenguas es exactamente la indeterminación necesaria que media siempre en una correlación de términos.

Las oraciones ocasionales no observacionales y las oraciones fijas, unas por depender de una información lateral que no disponemos y otras por necesitar de una estimulación que no es actual, podrán traducirse más fácilmente entre lenguas emparentadas lingüísticamente de hablantes con una semejante vida cultural. En la circunstancia de la traducción radical el lingüista tendrá que utilizar hipótesis analíticas teniendo en cuenta que tales sentencias pueden ser incompatibles con otra hipótesis analítica, puesto que la extensión que se ha hecho a partir de la sinonimia intrasubjetiva a la comunidad de casi todos los hablantes se ha hecho teniendo en cuenta que es una comunidad radicalmente diferente a la nuestra. Una sinonimia como "soltero" y "hombre no casado" ha sido forjada a través de relaciones entre sentencias en unas circunstancias compartidas por la comunidad extraña. Hay que atenerse, por consiguiente, a las incongruencias con otra hipótesis analítica igualmente lícita como la primera.

"La lección principal -dice Quine- es la laxitud de nuestras propias creencias"[14]. Y con esta aclaración satisface el propósito que confesaba al comienzo del capítulo, y que nosotros habíamos relacionado con la crítica de fondo a una noción purista de analiticidad o a una separación radical entre juicios sintéticos y juicios analíticos. El contenido de nuestras creencias esta insuficientemente determinado por la experiencia sensible al igual que la traducción de sentencias está indeterminada respecto a su significación. La significación estimulativa no llega nunca a identificarse con la significación de una sentencia. Lo que había quedado caracterizado como "moneda universal" se relativiza al chocar con la información intrusiva que acaece necesaria en el comportamiento verbal de cada comunidad. Las sentencias ocasionales no observacionales no se diferencian a través de una separación abismal -jorismós- con las sentencias observacionales. Los juicios analíticos son más o menos analíticos o menos o más sintéticos. Su diferencia es gradual y difícilmente podemos establecer un límite, del mismo modo que no podemos fijar si una sentencia observacional es puramente observacional. Además de esta gran aportación quineana se ponen de relieve en este capítulo algunos aspectos relevantes tanto para la lingüística como para el problema antropológico de la interpretación de las culturas ante la denuncia del etnocentrismo. Para la teoría del conocimiento hay una cuestión central planteada con toda su radicalidad, esta es, hasta qué punto el pensamiento esta preformado por el lenguaje. Para estas cuestiones nucleares de la filosofía del siglo veinte el ensayo de Quine aporta valiosísimas sugerencias que no pueden desperdiciarse.



[1] J. Hierro S. Pescador, Principios de Filosofía del lenguaje, Alianza Editorial, Madrid 1982, t. II, p. 243.

[2] Palabra y Objeto, Labor, Barcelona 1968, p. 39.

[3] Ibid. p. 47.

[4] Ibid. p. 52.

[5] Ibid. p. 57.

[6] Principios de Filosofía del Lenguaje, II, p. 246.

[7] Palabra y Objeto, p. 64.

[8] Ibid. p. 68-9.

[9] "Esa consecuencia de la socialización de nuestro concepto de sinonimia estimulativa nos resulta muy bien venida porque nuestra semántica intuitiva considera "soltero" y "hombre sin casar" sinónimos y probablemente no considera tales "moneda con efigie" y "moneda con inscripción UNA PESETA". (...) Seguramente es adecuado buscar la causa en la diferencia entre el modo como la lengua materna castellana aprendemos "soltero" y el modo como aprendemos "moneda con efigie". Aprendemos "asimilando" asociaciones adecuadas de palabras con palabras, podemos aprender "moneda con efigie" entrenándonos directamente a asociar ese término con objetos muestra." El mismo caso puede predicarse en la sinonimia "hermano" y "descendiente masculino de los mismos padres". Estas sentencias ocasionales "son no observacionales: sus significaciones estimulativas varían por toda la sociedad de un modo tan aleatorio como "soltero"" (Ibid. p, 69).

[10] Ibid. p. 79.

[11] Ibid. p. 85.

[12] Ibid. Prólogo, p. 11.

[13] Ibid. p. 86. El subrayado es mío.

[14] Ibid. p. 91.

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